martes, 1 de septiembre de 2015

Pablo Peusner. "Topología del enlace entre la voz y la mirada" (trabajo presentado en el primer Simposio Interamericano de los Foros del Campo Lacaniano, 29/8/15). Incluye versión en portugués





Iº SIMPOSIO INTERAMERICANO DE LOS FOROS DEL CAMPO LACANIANO

"TOPOLOGÍA DEL ENLACE ENTRE LA VOZ Y LA MIRADA"


Pablo Peusner (FARP, Buenos Aires, Argentina)


No hay duda de que los objetos voz y mirada son una invención de Jacques Lacan. Sin embargo, los mismos rechazan toda intuición asociada a la noción de “objeto” clásico, el que suele describirse como un cuerpo tridimensional que sumergido en agua desplaza volumen de líquido. Increíblemente, los objetos voz y mirada son objetos bidimensionales –muy cercanos a la denominada “laminilla”–, cuerpos ultra-planos, dignos de habitar el planeta imaginario que Edwin Abott nos legara en su libro Planolandia, o el “cuarto del pensamiento abstracto” de la película aquí estrenada como “Intensa-mente” (Inside out, tal su título original) –. En primer lugar, me interrogo por el tipo de relación que los sujetos humanos hablantes podemos establecer con este tipo de objetos.
Todos hemos estudiado la geometría del plano, el que se presenta con una estructura real de dos dimensiones (ancho y alto) y ninguna profundidad. Acerca del mismo, los ejemplos que nos ofrecieron en la escuela primaria y secundaria son falsos: el pizarrón, una pared o una hoja de papel tienen espesor, incluso cuando el mismo sea mínimo –o, como dicen los físicos, despreciable–. Nosotros, analistas, no prestamos atención al espesor de las hojas de papel con las que trabajamos, pero los profesionales del dibujo, la pintura o las artes plásticas, sí. Lo concreto al respecto es que si atravesáramos una hoja de papel con un  alfiler, parte del mismo estaría en contacto con el aire que roza una cara de dicha hoja, otra parte en contacto con el aire que roza la cara opuesta, y una tercera parte quedaría en contacto con el espesor del mismo –no hace falta que despliegue aquí que el caso sería el mismo para un pizarrón o una pared. Además, por definición, si se dibujara un punto en una superficie bilátera, el mismo estaría en ambas caras de la misma, justamente por la ausencia de espesor. Podría detenerme aquí para preguntar a los presentes: ¿acaso alguna vez tuvieron la experiencia de encontrarse con una superficie bidimensional, ultra-plana, en la vida cotidiana?
Luego de contrastar numerosos intentos, encontré una sola situación en la que un sujeto humano hablante puede tomar contacto con algo así, y aquí propongo las instrucciones para ello: ubíquense ustedes de pie en una pileta (o piscina), en un río o en el mar. La superficie del líquido elemento es infinitamente plana, pero bilátera: por eso, parte de su cuerpo estará en contacto con el aire que roza a la superficie por encima, otra parte estará en contacto con el líquido propiamente dicho y ninguna parte del cuerpo, ninguna, estará en contacto con alguna otra cosa similar a un espesor. Si se trazara un punto en dicha superficie (algo que podría imaginarizarse perfectamente bien arrojando al agua un balón, una bola o una pelota), dicho punto resultaría visible desde ambas caras de la superficie y, obviamente, no tendría contacto con ninguna otra materialidad que no fuera agua o aire. Encontramos allí entonces una pura superficie bidimensional, 2D, ultra-plana o infinitamente plana. Imposible de apresar o tomar con las manos, ¿quién se atrevería a afirmar que la superficie del mar es un objeto de este mundo? Y sin embargo está allí, estableciendo en ocasiones una diferencia enorme entre la vida y la muerte, entre el deseo y el goce...
Este breve rodeo justifica la apuesta lacaniana de definir a estos objetos como a-cósmicos. Y además, resulta una introducción necesaria a una recomendación de Colette Soler, en la que nos invita a “no oponer demasiado rápidamente la voz y la mirada”. ¿Pueden enlazarse dos superficies? Y en el caso de que fuera posible, ¿de qué manera, con qué particularidades?
Para enlazar dos objetos tridimensionales, por ejemplo un cruce entre dos paredes, una de ellas debe interrumpirse para dar paso a la otra. Porque justamente debido a la existencia de un espesor, ambas no pueden interpenetrarse (existe una ley física que impide que dos cuerpos ocupen el mismo lugar en el espacio, siempre y cuando se encuentren sumergidas en un espacio tridimensional). Pero puesto que las superficies bidimensionales habitan el espacio real (así se refieren al mismo los topólogos), pueden perfectamente interpenetrarse sin necesidad de que ninguna de ellas interrumpa su recorrido. Y así como dos rectas pueden cruzarse en un punto compartido que automáticamente se convierte en un conjunto formado por dos puntos que se ignoran mutuamente –siendo cada uno de ellos correspondientes a cada una de las rectas–, dos superficies pueden cruzarse formando una recta o línea de penetración cuyos puntos tendrán las mismas características: cada punto constituirá un conjunto de dos puntos que se ignoran, cada uno de ellos perteneciente a una recta inscripta sobre cada plano. Así, cada superficie podrá ser recorrida en su totalidad como si la otra no existiera. En síntesis: las dos superficies que se interpenetran no presentan una relación de oposición, sino que pueden compartir una recta en el mismo lugar en el espacio, a condición de estar situadas en un espacio real, bidimensional, propiamente topológico.
Los fenómenos clínicos son en ocasiones tan complejos que si logramos desarrollar un poco esta lógica tal vez se nos aclaren. Si la voz alimenta, caga y mira; y la mirada habla, devora y produce mala suerte... Si la mirada puede ser silenciosa, invocante o provocadora y la voz luminosa u opaca, entonces hay un enlace posible entre ambas aunque no necesario: una interpenetración que da cuenta de que el fenómeno es bidimensional y por lo tanto imposible de capturar con algún gadget. Pero sin embargo podemos alcanzarlo con dos de nuestros dispositivos: el dispositivo analítico y el pase, a condición de comprender su modo de alcanzar lo real –que ya no será lo real del espacio físico, sino lo real propio del psicoanálisis.
Las consecuencias de mi propuesta son fuertemente anti-intuitivas y probablemente por eso, bien lacanianas. ¿De qué mejor modo podríamos vaciar a los objetos voz y mirada de sustancia, tal como proponía Lacan en “La tercera”, que restándoles profundidad? Ahora bien, ¿acaso todo el psicoanálisis lacaniano no es una apuesta a liberarnos de esas profundidades de las que Freud no logró desprenderse del todo? (seamos sinceros: su esquema del aparato psíquico en El yo y el ello es tridimensional).
¿Por qué recurrir a la topología, disciplina que explora el espacio bidimensional como referencia analítica, sino por eso?
Concluyo con una idea personal, pero que se me impone desde la ética y política del Campo Lacaniano: no considero casual que los seminarios en los que Lacan desarrolló más extensamente su pensamiento topológico y bidimensional (pienso concretamente en el “La identificación” y en “Problemas cruciales...”) resulten ser los más postergados de la política editorial vigente. Considero al enlace entre la voz y la mirada, idea que podría enriquecer notablemente todo nuestro quehacer clínico y nuestra elaboración del pase, como condición de posibilidad para practicar una dirección de la cura liberadora de los efectos patológicos de tales objetos, y un pase efectivamente practicable que ponga en su lugar a la prueba por el afecto.

-------------------------------------------------------

"TOPOLOGIA DO ENLACE ENTRE A VOZ E O OLHAR"

Não há dúvida de que os objetos voz e olhar são uma invenção de Jacques Lacan. Todavia, os mesmos rechaçam toda intuição associada a noção de “objeto” clássico, o que se costuma descrever como um corpo tridimensional que, submerso na água, desloca o volume líquido. Incrivelmente, os objetos voz e olhar são objetos bidimensionais – muito próximos à denominada lâmina – corpos ultra-planos, dignos de habitar o planeta imaginário que Edwin Abott nos legou em seu livro Planolândia (Planolandia), ou o “quarto do pensamento abstrato” do filme “Divertida-mente” (Insideout, em seu título original”). Em primeiro lugar, interrogo-me sobre o tipo de relação que os sujeitos humanos falantes podem estabelecer com este tipo de objetos.
Estudamos todos a geometria do plano, que se apresenta como uma estrutura real de duas dimensões (largura e altura) e nenhuma profundidade. Sobre isso, os exemplos que nos ofereceram na escola primária e secundária são falsos: a lousa, uma parede ou uma folha de papel, têm espessura, ainda que seja mínima – ou, como dizem os físicos, desprezível. Nós, analistas, não prestamos atenção à espessura das folhas de papel com as quais trabalhamos, mas os profissionais do desenho, da pintura e das artes plásticas sim. O fato concreto é que se atravessássemos uma folha de papel com um alfinete, parte do mesmo estaria em contato com o ar que roça uma face da folha, outra parte em contato com o ar que roça a face oposta e uma terceira parte ficaria em contato com a espessura da mesma – não é preciso que se desdobre aqui que se trataria do mesmo para uma lousa ou uma parede. Além disso, por definição, se desenhamos um ponto em uma superfície bilátera, ele estaria em ambas faces da mesma, justamente pela ausência de espessura. Poderia deter-me aqui para perguntar aos presentes: acaso alguma vez tiveram a experiência de se encontrar com uma superfície bidimensional, ultra-plana, na vida cotidiana?
Depois de checar numerosas tentativas, encontrei apenas uma situação na qual um sujeito humano falante pode tomar contato com algo assim, e aqui proponho as instruções para isso: coloquem-se vocês de pé em uma piscina, em um rio, ou no mar. A superfície do elemento líquido é infinitamente plana, mas bilátera: por isso, parte de seu corpo estará em contato com o ar que roça a superfície por cima, outra parte estará em contato com o líquido propriamente dito e nenhuma parte do corpo, nenhuma, estará em contato com alguma outra coisa similar a uma espessura. Se traçássemos um ponto nessa superfície (algo que poderia se imaginarizar perfeitamente bem jogando na água, uma balão, uma bejigaou uma bola), esse ponto seria visível desde ambas faces da superfície e, obviamente, não teria contato com nenhuma outra materialidade que não fosse água ou ar. Encontramos ali, então, uma pura superfície bidimensional, 2D, ultra-plana ou infinitamente plana. Impossível de apanhar ou tomar com as mãos, quem se atreveria a afirmar que a superfície do mar é um objeto desse mundo? E, no entanto, está ali, estabelecendo em algumas ocasiões uma diferença enorme entre a vida e a morte, entre o desejo e o gozo...
Este breve rodeio justifica a aposta lacaniana de definir esses objetos como a-cósmicos. E além disso, é uma introdução necessária a uma recomendação de Colette Soler, na qual nos convida a “não opor muito rapidamente a voz e o olhar”. Podem se enlaçar duas superfícies? E no caso de que seja possível, de que maneira, com quais particularidades?
Para enlaçar dois objetos tridimensionais, por exemplo um cruzamento entre duas paredes, uma delas deve se interromper para dar passagem à outra. Porque, justamente, devido à existência de uma espessura, ambas não podem interpenetrar-se (existe uma lei física que impede que dois corpos ocupem o mesmo lugar no espaço, sempre e quando se encontrem submergidos em um espaço tridimensional). Mas, uma vez posto que as superfícies bidimensionais habitam o espaço real (assim se referem a ele os topologistas), podem perfeitamente interpenetra-se sem necessidade de que nenhuma delas interrompa sua continuidade. E assim como duas retas podem se cruzar em um ponto compartilhado, que automaticamente se converte em um conjunto formado por dois pontos que se ignoram mutuamente – sendo cada um deles correspondente a cada uma das retas –, duas superfícies podem se cruzar formando uma reta ou linha de penetração cujos pontos terão as mesmas características: cada ponto constituirá um conjunto de dois pontos que se ignoram, cada um deles pertencente a uma reta inscrita sobre cada plano. Assim, cada superfície poderá ser percorrida em sua totalidade como se a outra não existisse. Em síntese: as duas superfícies que se interpenetram não apresentam uma relação de oposição e podem compartilhar uma reta no mesmo lugar no espaço, com a condição de estarem situadas em um espaço real, bidimensional, propriamente topológico.
Os fenômenos clínicos são, em certas ocasiões, tão complexos que, se conseguirmos desenvolver um pouco essa lógica, talvez se esclareçam. Se a voz alimenta, caga e olha; e o olhar fala, devora e produz má sorte... Se o olhar pode ser silencioso, invocante ou provocador e a voz luminosa ou opaca, então há um enlace possível entre ambos, ainda que não necessário: uma interpenetração que dá conta de que o fenômeno é bidimensional e, portanto, impossível de capturar com algum gadget. Mas, no entanto, podemos alcançá-lo com dois de nossos dispositivos: o dispositivo analítico e o passe, com a condição de compreender seu modo de alcançar o real – que já não será o real do espaço físico, mas o real próprio da psicanálise.
As consequências de minha proposta são fortemente contra-intuitivas e provavelmente, por isso, bem lacanianas. De que melhor modo poderíamos esvaziar os objetos voz e olhar de substância, tal como propõe Lacan na “Terceira”, que lhes subtraindo profundidade? Bom, por acaso toda a psicanálise lacaniana não é uma aposta de liberar-nos dessas profundidades das quais Freudnão conseguiu se desprender completamente? (Sejamos sinceros: seu esquema do aparelho psíquico em “O eu e o isso” é tridimensional).
Por que recorrer à topologia, disciplina que explora o espaço bidimensional como referência analítica, senão por isso?
Concluo com uma ideia pessoal, mas que se me impõe desde a ética e política do Campo Lacaniano: não considero casual que os seminários nos quais Lacan desenvolveu mais extensamente seu pensamento topológico e bidimensional (penso concretamente no “A identificação” e no “Problemas cruciais...”) sejam os mais postergados da política editorial vigente. Considero o enlace entre a voz e olhar, ideia que poderia enriquecer notavelmente todo nosso fazer clínico e nossa elaboração do passe, como condição de possibilidade para praticar uma direção da cura libertadora dos efeitos patológicos de tais objetos e um passe efetivamente praticável que ponha em seu lugar à prova pelo afeto.

Tradução: Ronaldo Torres
Revisão: Sandra Berta