martes, 28 de enero de 2014

François Cheng. "El diálogo" (Pre-textos, 2013)


François Cheng nos ofrece en El diálogo un fulgurante ensayo sobre el significado de la lengua y de la cultura, así como un relato autobiográfico de su descubrimiento de la literatura, a los quince años, a partir del momento en que toma conciencia de la belleza de la naturaleza y de la realidad dramática de un mundo amenazado continuamente por guerras y epidemias.
La sonoridad, la composición, la forma de algunas palabras francesas que seducen su oído le dan pie para indagar, “devolverles su implicación original” según sus propias palabras, en las metamorfosis poéticas que anidan en toda lengua. Diálogo entre dos tradiciones poéticas, la oriental y la occidental, que Cheng explica en la segunda parte de su ensayo, citando y comparando a sus figuras señeras, que representan a su vez las corrientes principales del pensamiento chino: taoísmo, confucionismo y budismo, y del pensamiento occidental: sus semejanzas y sus diferencias bajo el signo del diálogo. Signo del diálogo como “común presencia” que le sirve también para explicar su poesía. “Una poesía”, nos dice,“de la que no está ausente el pensamiento reflexivo, pero que es carnal y no cerebral.”
El diálogo es un apasionante ensayo sobre la comunicación de las lenguas y las culturas, sobre historia y religión, diálogo entre Oriente y Occidente en torno a la ciencia, la filosofía, la literatura, el arte. Diálogo, en una palabra, en torno al hombre.

François Cheng nació en China, el 30 de agosto de 1929, en el seno de una familia de intelectuales y universitarios. Sus padres fueron de los primeros estudiantes becados enviados a los Estados Unidos. Cursó sus estudios secundarios en Chongquing entre 1937y 1945. Una vez terminada la guerra, China se vio envuelta en una guerra civil que empujó a su juventud a la decepción y la rebelión. Después de un periodo de indecisiones, Cheng se matricula finalmente en la universidad de Nankin.
A principios de 1948, su padre, en calidad de especialista en ciencias de la educación, colabora en la fundación de la UNESCO, gracias a lo cual Cheng pudo trasladarse a Francia, donde se consagró al estudio de la lengua y la literatura francesas, no sin antes tener que atravesar un largo periodo de adaptación marcado por la indigencia y la soledad, antes de obtener, en 1960, un empleo estable en el Centro de Lingüística China (convertido más tarde en el Centro de Investigaciones Lingüísticas sobre Asia Oriental de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales). Paralelamente a su trabajo, empieza a traducir al chino a los grandes poetas franceses y a escribir su tesis doctoral.
En 1969, dirige un curso en la universidad de París VII. A partir de entonces, compaginará la enseñanza con su trabajo de creación. Obtendrá la ciudadanía francesa en 1971. En 1974 es profesor titular de Universidad, y más tarde profesor, en el Instituto Nacional de Lenguas y Civilizaciones Orientales, mientras sigue trabajando en sus traducciones de poetas franceses al chino y de poetas chinos al francés, en ensayos sobre el pensamiento y la estética chinos, monografías consagradas al arte chino, antologías de poesía y de novela, así como un álbum con sus propias caligrafías. Obtendrá el premio André Malraux por su obra Shi-tao, la salvadora del mundo, el premio Roger Caillois por sus ensayos y su antología de poemas Doble canto, el Premio Femina por su novela La voz de Tianyi, y el Gran Premio de la Francofonía por el conjunto de su obra en 2001.
El 13 de junio de 2002 fue elegido miembro de la Academia Francesa para ocupar el sillón de Jacques de Bourbon Busset (sillón 34).