miércoles, 26 de diciembre de 2012

Intervención de Lacan en una exposición de R. Loewenstein sobre "El origen del masoquismo y la teoría de las pulsiones" (trad. de Carlos Faig)



INTERVENCIÓN DE LACAN EN UNA EXPOSICIÓN DE R. LOEWENSTEIN: “EL ORIGEN DEL MASOQUISMO Y LA TEORÍA DE LAS PULSIONES”, REVUE FRANCAISE DE PSYCHANALYSE, 1938, TOMO X, N° 4, PP. 750-752
                                                                             (tr. Carlos Faig)

Ponencia de Loewenstein
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Discusión
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Jacques Lacan:
  Para comenzar, agradezco  a Loewenstein  su informe que tiene el merito de plantear claramente los problemas y particularmente el problema de la teoría de las pulsiones de muerte, que él resuelve a su manera, pero que resuelve.
   La extrema complejidad de esta discusión sobre el masoquismo resulta de una suerte de diplopía que nos aprehende a todos cada vez que interviene ese trasfondo del instinto de muerte. Creo que es difícil eliminar de la doctrina analítica la intuición freudiana del instinto de muerte. Intuición (digo), dado que para la puesta a punto doctrinal hay mucho que hacer; nuestra discusión lo prueba; pero ciertamente me parece extraordinario, en lo que respecta a algunos, decir que, sobre el tema de los instintos de muerte, Freud hizo una construcción especulativa y se alejó de los hechos. Resulta más especulativo querer que todo lo que hallamos en nuestro dominio tenga un sentido biológico que, siguiendo esta experiencia concreta del hombre –y ningún otro mejor que Freud la tuvo en este siglo– hacer surgir una noción bastarda, sorprendente. Poco me importa que esto constituya un enigma biológico; es cierto que en el dominio biológico el hombre se distingue en tanto es un ser que se suicida, que tiene un superyó. No existe esbozo de esto en el reino animal, y bien entendido no es cuestión de separar al hombre de la escala animal; pero, no obstante, se puede subrayar que lo que se asemeja más a un superyó humano no aparece, en los animales, más que en la vecindad del hombre, cuando son domesticados. Para las otras sociedades animales, desde hace cierto tiempo surgió una crítica que pone en duda las similitudes, un poco proyectadas, que se habían establecido entre la así llamada analogía de las sociedades de hormigas y las sociedades humanas; de suerte que, sobre su superyó, no podemos decir gran cosa. El hombre es, asimismo, un animal que se sacrifica y a los analistas nos es imposible desconocerlo, sobre todo en tanto sobre ese punto singular aparecen equívocos. Esta especie de convergencia que hemos subrayado entre el acabamiento del principio de realidad, de objetalidad y el sacrificio, es algo que no es quizá tan simple como la teoría parece indicarlo. No es una maduración del ser, es algo mucho más misterioso. Hay una convergencia entre dos cosas absolutamente diferentes, entre el acabamiento de la realidad y algo que parece ser el último extremo de esa relación entre el hombre y la muerte, que por otro lado puede ser precisada fenomenológicamente hablando. El sentido de la vida del hombre está, en su vivido, intrincado con el sentido de la muerte, lo que específica al hombre por relación al instinto de muerte es que el hombre es el animal que sabe que morirá, que es un animal mortal.
   Freud, precisamente –que aparenta una formación,  un espíritu biologista–, y al contacto con la experiencia de los enfermos, pronunciaba esas palabras que debieron girarle la pluma: “El instinto de muerte es una cosa que debemos tener en cuenta, que me parece producir una especie de irrupción feliz en ese biologismo que obstaculiza en demasía”.
   Aproximamos en todo instante  una suerte de distinción, en esas estructuras que son esenciales, entre los órdenes y los dominios. Yo no he captado, hace un rato, lo que quería decir Loewenstein cuando concluía su informe, cuando insistía en que fuesen distinguidos los mecanismos y las tendencias. Si quería hablar de la tendencia –que tendríamos que lograr que todos los mecanismos no sean más que tendencias–,  ¿por qué de preferencia dar todo a las tendencias o todo a los mecanismos? Si es simplemente a esto que quiso limitarse, completamente de acuerdo; cada uno sabe cuánto,  en la doctrina analítica, las tendencias han sido siempre una noción que prevalece sobre los mecanismos, y en muchos casos esto nos deja en la incertidumbre (embarras). Pero si se trata, fenomenológicamente, de establecer el lazo cronológico entre los mecanismos y las tendencias;  aquí  ya no sé. Mecanismo es una palabra que me parece dejar una duda, puesto que, bajo ese término (Loewenstein) parecería citar otras cosas que mecanismos, principios; y he disfrutado la ironía de su demostración mediante la cual esos principios se encajan y se desencajan con la mayor facilidad.
   Entonces, se trata de aportar un poco de claridad en esta discusión, y creo que puede hallarse en este sentido: investigación psicogénetica, en consecuencia evolutiva e histórica de las estructuras y las formas en sus relaciones con las tendencias.

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