viernes, 16 de septiembre de 2011

PABLO PEUSNER. "Treinta años sin Lacan: libros y escándalos"


"Por una pipa del 9 arrancó, la gran masacre del puticlub..."

El 9 de septiembre del corriente se cumplieron treinta años del fallecimiento de Jacques Lacan. El mundo editorial francés no podía quedar ajeno a semejante acontecimiento: hacia fines de agosto la editorial du Seuil publicó en el marco de su colección del Campo Freudiano el Seminario XIX. ...ou pire; mientras que en su colección Paradojas, apareció un volumen titulado Je parle aux murs –librito que recoge una parte de las conferencias pronunciadas por Lacan en Sainte-Anne y conocidas por nosotros como “El saber del psicoanalista”[1]–. Como ya he escrito en otras ocasiones, hemos leído todos los seminarios de Lacan, pero igualmente celebramos la aparición de una nueva versión, puesto que es un paso más hacia la publicación total del Seminario, más allá de la discusión acerca de su calidad, estilo y contenido –la que resulta fundamental, pero excede este breve texto–.

Por otra parte, con fecha 2 de agosto, Jacques-Alain Miller comenzó a escribir su Vida de Lacan, la que fuera inmediatamente terminada. Si bien se trata de un libro breve, el texto ya es un éxito de ventas en Francia y está prevista su edición en Argentina por la editorial Grama. Según cuentan sus tres primeros capítulos –los que fueron rápidamente puestos a disposición de los lectores en la web de forma oficial–, todo comienza cuando dos damas le reclamaron a Miller que no defienda a Lacan ante una nueva “repugnante mezcolanza de inmundicias” (sic) de las que resultaba víctima, treinta años después de su muerte. Esto dio inicio a un proceso de reflexión en el que Miller se pregunta por qué no había abordado hasta ese momento al Lacan histórico, por qué si bien compartió con él tanta vida cotidiana jamás había tomado una nota de sus decires, frases y diálogos... Miller se responde que para lograr una transmisión del pensamiento de Lacan, se vio obligado a anular la persona singular de Lacan. Luego de reflexionar sobre Boswell, evocar a Jenofonte y un par de anécdotas más, el tercer capítulo cierra afirmando que “sin embargo, treinta años después de su desaparición, pienso que tengo algo para decir del hombre que conocí, algo que no sea indigno de la alta calidad de su enseñanza”.

Finalmente, también apareció un libro firmado por Elisabeth Roudinesco. Su título es Lacan, envers et contre tout, también publicado por Seuil. En una nota publicada por L’Express (el 9 de septiembre), ella misma anuncia el objetivo de su libro: “Quisiera que este libro fuera leído como el enunciado de una parte secreta de la vida y de la obra de Lacan, un vagabundeo por senderos desconocidos: el otro lado o una cara oculta que viene a esclarecer el archivo (...). Quise evocar con fragmentos a otro Lacan confrontado a sus excesos, a su pasión de lo real, a sus objetos: en una palabra, a su real, a lo que fuera forcluido de su universo simbólico. Un Lacan de los márgenes, de los bordes, de lo literal, transportado por su manía del neologismo”.

Sin embargo, este clima de trabajo y productividad en torno de la obra y la vida de Lacan iba a terminar mal...

Jacques-Alain Miller acusó a Olivier Bétourné (Director Ejecutivo de la editorial du Seuil) de no haberlo incluido en los preparativos asociados a la aparición del Seminario XIX y el librito de la colección Paradojas. Según hizo público, no lo convocaron para armar la lista de los envíos de prensa ni para la página de publicidad en el diario Le Monde, y no le hicieron llegar las invitaciones de los medios más importantes. Miller se posicionó como “el objeto de una tentativa de asesinato político y mediático” (Le Monde). En un mail enviado a Bétourné que luego el propio Miller leyera en público, prosiguió con su denuncia: “Usted tejió alrededor mío una cesta de silencio. Todos los libreros de Francia se sintieron persuadidos de que yo era inhallable, de que hacía falta que abandonaran toda idea de invitarme. Pero en contrapartida, Olivier, su editorial no dejaba de promover a otra persona, en las librerías, en las revistas, en la radio (...).Usted trajo la vergüenza a esta casa editorial, Olivier, y yo me voy. Esta es mi reverencia, Olivier. Me llevo conmigo esos diez seminarios de los que nueve están terminados, y el último lo estará dentro de poco, cuando me desembarace de sus torpezas, Olivier, y las consecuencias de aquellas. Usted no tiene ningún derecho sobre esos seminarios, y no podrían ser publicados por un hombre como Usted. La colección del Campo Freudiano se detiene. Ella debía su nombre a Lacan. Usted no ha logrado asesinarla. Yo no retomaré el título. Como responsable del derecho moral de Lacan sobre su obra, le prohíbo bajo pena de acciones legales, utilizarlo. Se lo dejo a la Historia”.

Aquí las consecuencias se ramifican: el seminario dejará de publicarse por Seuil y se mudará a Hervé de La Martinière, propietario del grupo editorial dueño de Seuil... (o sea, que el chiste consiste en bajar dos pisos en el mismo edificio). Pero, no es solo eso. ¿Quién es esa otra persona que Miller no nombra en su carta, pero que considera obviamente favorecida por el manejo editorial de Olivier Bétourné? El lector atento habrá descubierto la respuesta: se trata de Elisabeth Roudinesco, la historiadora que, en su vida privada, es pareja de Bétourné.

Ahora bien, ocurre que el mismo 9 de septiembre entró en escena Judith Miller, hija de Lacan, furiosa contra Elisabeth Roudinesco y su nuevo libro. El párrafo que la hizo montar en cólera es aquel en que la historiadora afirma que Lacan fue enterrado sin ceremonia y en la intimidad, contrariamente a su voluntad que había sido la de tener “funerales católicos” (Le Point). El enojo fue tal que para no encontrarse con ella, Judith no asistió a la jornada de lectura del Seminario programada en la ENS a modo de homenaje a Lacan a treinta años de su fallecimiento, amenazó con iniciar acciones legales y no se privó de decir que “en otros tiempos, y si se era hombre, por algo así uno se batía a duelo”.

No es mi intención realizar una lectura crítica de este episodio –sí me ocuparé oportunamente de los libros en cuestión de los que, al momento de firmar esta nota, estoy esperando su llegada por correo–. No obstante, ¿me parece a mí o con todo este escándalo se ha perdido la oportunidad de demostrar un poco de grandeza ante una conmemoración histórica?



[1] Sorprende aquí un poco el modo en que Jacques-Alain Miller decidió separar el conjunto de las conferencias: las primeras tres están en Je parle aux murs; las cuatro siguientes aparecen intercaladas en orden cronológico en el cuerpo del Seminario XIX.