jueves, 8 de enero de 2009

Jacques Lacan. "Reseña del Seminario XII. Problemas cruciales para el psicoanálisis" (1964-1965)


El problema situado en el centro cabe en estos términos: el ser del sujeto, a donde nos llevaba el aguijón de nuestras referencias anteriores.
Que el sujeto esté hendido es algo que Freud nunca se cansó de decir y repetir en todas las formas posibles, después de haber descubierto que el inconsciente sólo se traduce en nudos de lenguaje y tiene, por ende, un ser de sujeto.
Por la combinatoria de estos nudos se supera la censura, la cual no es metáfora, por recaer sobre el material de estos.
Freud afirma de entrada que toda concepción de un retroceso de la conciencia hacia lo oscuro, lo potencial y aun el automatismo, resulta inadecuado para dar cuenta de estos efectos.
Se trae esto a colación simplemente para despojar de toda "filosofía" el empleo del cogito este año, cosa legítima, a nuestro parecer, ya que el cogito no funda la conciencia sino precisamente esa hendidura del sujeto. Basta escribirlo:
Soy pensando: "luego soy(1)",(2) para comprobar que esta enunciación, procurada por una ascesis, hiende el ser; ser que sólo logra la conjunción de sus dos cabos manifestando la torsión que experimentó en su nudo. ¿Causación? ¿Inversión? ¿Negatividad? En todo caso hay que hacer la topología de esta torsión.
El paso de Piaget a Vygotsky ilustra la ganancia que produce el rechazo de toda hipótesis psicológica de las relaciones del sujeto con el lenguaje, aun tratándose del niño. Porque esta hipótesis no es más que la hipoteca que realiza un ser-de-saber, gravando al ser-de-verdad que el niño ha de encarnar a partir de la batería significante que le presentamos y que constituye la ley de la experiencia .
Pero nos estamos anticipando con esta estructura que hay que captar en la sincronía y con un encuentro que no sea ocasional. El embrague de 1 respecto de 0, que nos llega del punto donde Frege pretende fundar la aritmética, nos lo procura.
De allí se percibe que el ser del sujeto es la sutura de una falta. Precisamente de la falta que, al escamotearse en el número, lo sostiene con su recurrencia; aunque lo sostiene allí, sólo por ser lo que falta al significante para ser el Uno del sujeto, es decir, ese término que en otro contexto llamamos rasgo unario, marca de una identificación primaria que funcionará como ideal.
El sujeto se hiende por ser a la vez efecto de la marca y soporte de su falta.
Aquí se impone retornar ciertos aspectos de la formalización donde se encuentra este resultado.
Primero nuestro axioma que funda al significante como "lo que representa un sujeto (no para otro sujeto, sino) para otro significante".
Así se sitúa el lema, que acaba de readquirirse por otra vía: el sujeto es lo que responde a la marca con lo que le falta a ésta. Aquí se ve que la reversión de la fórmula se opera introduciendo una negatividad en uno de sus polos (el significante).
El lazo se cierra, sin quedar reducido a un círculo, al suponerse que el significante tiene su origen en el borramiento de la huella.
El poder de las matemáticas, el frenesí de nuestra ciencia no se basan en otra cosa que la sutura del sujeto. De la delgadez de su cicatriz o, mejor todavía, de su hiancia, dan fe las aporías de la lógica matemática (teorema de Gödel), para gran escándalo de la conciencia.
No me hago ilusiones sobre esta crítica, ya que a este nivel es incapaz de limpiar los excrementos de la herida; esos excrementos con que se esmera en recubrir dicha herida con una mayor o menor conciencia, el orden de la explotación social, que se asienta en esta abertura del sujeto (y por ende no crea la alienación). Hay que mencionar la tarea desempeñada aquí, desde el inicio de la crisis del sujeto, por la filosofía. Sirvienta de varios amos.
Queda excluido, por otra parte, que alguna crítica a la sociedad llegue a suplir a la anterior, ya que ella misma no sería más que una crítica proveniente de la sociedad, es decir, involucrada en esa especie de paños calientes de pensamientos que acabamos de mencionar.
Por ello, sólo el análisis de este objeto puede encararlo en lo que tiene de real,. . . que estriba en ser el objeto del análisis (propósito del año próximo).
No nos contentamos, sin embargo, con una suspensión que sería admitir que nos retiramos del juego en lo que respecta a abordar el ser del sujeto, con la excusa de que encontramos allí su fundamento como falta.
Esta es precisamente la dimensión que desconciertas el que nuestra enseñanza someta a prueba este fundamento en la medida en que está en nuestro auditorio.
¿Podemos acaso negarnos a ver que lo que exigimos de la estructura en lo tocante al ser del sujeto(3) tiene necesariamente que implicar a quien lo representa por excelencia (por representarlo con el ser y no con el pensamiento, igual que el cogito), es decir, al psicoanalista?
Es lo que hallamos en el fenómeno, notorio aquel año, de la delantera que tomó parte de nuestro auditorio al ofrendarnos el siguiente éxito: la confirmación de la teoría, correcta según creemos, de la comunicación en el lenguaje. Nosotros lo expresamos diciendo que no se emite el mensaje sino al nivel de quien lo recibe.
Sin duda hay que dar su puesto aquí al privilegio que debemos al lugar que nos ha dado hospitalidad.
Pero sin olvidar, respecto de la reserva que inspira la excesiva facilidad que podría haber en este efecto de seminario, la resistencia que esta reserva entraña, justificada por demás.
Justificada por consistir en compromisos de ser y no de pensamiento, y porque los dos bordes del ser del sujeto se diversifican aquí según la divergencia entre verdad y saber.
La dificultad en ser del psicoanalista está en lo que encuentra como ser del sujeto, es decir, en el síntoma.
El que el síntoma sea ser-de-verdad es algo que acepta cualquiera en cuanto sabe lo que quiere decir psicoanálisis, aunque está mandado a hacer para enredarlo.
Así se ve claramente el precio que tiene que pagar el ser-de-saber, para reconocer las formas dichosas con las que sólo se aparea signado por la desdicha.
El que este ser-de-saber tenga que reducirse a ser el complemento del síntoma es algo que le horroriza, y por elidirlo, pone en juego una postergación indefinida del estatuto del psicoanálisis, como científico, por supuesto.
Por eso, ni siquiera la conmoción que produjimos al clausurar el año con este recurso, logró evitar que en su lugar se repitiese el corto-circuito. Nos llegó el rumor, lleno con la evidente buena voluntad de adornarse como paradoja, de que lo que hace el síntoma es la manera cómo lo piensa el practicante. Claro que esto es muy cierto en lo que se refiere a la experiencia de los psicólogos, la cual nos dio pie para ponerle el cascabel al gato. Pero también equivale a quedarse, como psicoterapeuta, en el nivel de Pierre Janet, quien nunca llegó a entender por que él no era Freud.
La diosa botella es la botella de Klein. No por quererlo puede cualquiera hacer salir de su cuello lo que está en su doblez. Y es que así se construye el soporte del ser del sujeto.


5 de abril de 1966



NOTAS.
1 O, I am thinking: "Therefore I am".

2 [N.T.] Soy pensando, tan anómalo como en francés: je suis pensant.

3 Exigencia que no nos parece excesiva en vista de la extensión de la afiliación estructuralista.