miércoles, 24 de septiembre de 2008

JACQUES LACAN. "Respuestas de Jacques Lacan sobre los nudos y el inconsciente en las Jornadas de la Escuela Freudiana: Los matemas el psicoanálisis"


Respuestas de Jacques Lacan sobre los nudos y el inconsciente en las Jornadas de la Escuela Freudiana: Los matemas el psicoanálisis, 31 de octubre al 2 de noviembre de 1976
(publicado en Lettres de l'École Freudienne, Nº 21, agosto de 1977).

No puedo quejarme de no tener respuesta, en el sentido en que la palabra "respuesta" quiere decir abundancia. No puedo quejarme de ello, diría incluso más: me lamento de ello. Pero un lamento no es necesariamente una queja.
Uno imagina que la represión originaria debió ser un agujero. Pero es puramente imaginario.
Lo que forma el agujero no es la represión, es lo que está alrededor, y que me he permitido llamar lo simbólico: no sin reservas, una reserva en parte mía.
Me precipité a darle cuerpo en la lingüística. No puede decirse que esta lingüística me aliente. Es singular que alguien como Roman Jakobson tenga tantas reservas sobre Frege. Frege se esforzó por explicar cómo todo el palabrerío, el bla bla bla de la palabra, logra algo que puede tomar cuerpo, y en lo real.
Para que eso tome cuerpo en lo real, Frege fue llevado a un juego de escrituras cuyo estatuto aún está pendiente. ¿Por qué todas las tonterías verdaderamente sin límite de lo que se dice, por qué eso daría acceso a lo real?
Sin embargo, el hecho es que, sin que uno pueda saber cómo ocurre, el lenguaje sabe contar. ¿O es que la gente sabe contar gracias al lenguaje? Esto todavía no ha sido dilucidado. Pero es sorprendente que la escritura no esclarezca la función del número, sino por aquello que llamé —habiéndolo descubierto en Freud— el rasgo unario. Por lo tanto, esta función del número es lo que da acceso, no directamente, a lo real.
Intenté articular lo real en la cadena borromea.
La cadena borromea no es, contrariamente a lo que se dice, un nudo. Es, para hablar con propiedad, una cadena, una cadena que tiene sólo esta propiedad: si se separa cualquiera de sus elementos, cada uno de los otros queda, por este hecho, liberado de los otros. Si el agujero fuera otro asunto, aquello difícilmente se concebiría.
Si planteé hace poco la pregunta de qué es un agujero, es porque espero sacar partido de ello este año, pero no se da en bandeja.
Lo que me deja pasmado es que lo que pude hacer hasta ahora les haya bastado. Debo creer que el lugar no estaba lleno de cierto palabrerío —pues a fin de cuentas, todo eso, es sólo palabrerío, me temo —aun cuando haya pequeños elementos que me hacen pensar que, sin embargo, evito hacer filosofía, que me ponen a mí mismo a resguardo—.
La filosofía: no hay más que una, y es siempre teológica, como se han dado cuentas todos en mi campo, incluso hace poco alguien escribía en el pizarrón "teología-filosofía". Salirse de la filosofía y a la vez de la teología no es fácil, y se necesita un increíble tamizado, luego del cual pueda decirse que el psicoanálisis es algo que permanece. Este es constantemente puesto a prueba, da ciertos resultado, pero pienso que no hay progreso, que incluso no hay progreso concebible, que no hay ninguna especie de esperanza de progreso. Esto es lo que me permito poner en el centro de todo lo que elucubramos, de tal modo que no nos imaginemos que hemos derribado montañas. Lo que cogitamos no va muy lejos. Por mi parte, he intentado poner de manifiesto la coherencia, la consistencia de lo que fue pensado por Freud —soy un epígono—. Es la obra de un comentador. Freud es alguien de tal manera nuevo —nuevo en la historia, suponiendo que haya historia, aparte de esta clase de emergencias—, Freud es alguien de tal manera nuevo que todavía falta darse cuenta de lo abrupto de lo que ha pensado. Este abrupto es el que me he propuesto encerar, lustrar, sacarle brillo. Me sorprende que nadie más que yo se haya propuesto realizar esta operación, a no ser para repetirla de forma insípida; "insípida" quiere decir sin sabor.
Los coscorrones con los que Freud animó a cierta cantidad de personas son evidentemente impresionantes con respecto a lo que se refiere a las mujeres.
Las mujeres analistas son las únicas que parecen haber sentido un poco de cosquillas con los llamados coscorrones. Si es cierto que hay una vaga oscilación entre lo que llamamos prehistoria e historia, será del lado de las mujeres donde la encontraremos. Es singular que Freud, a partir de una total y verdadera incomprensión de lo que era, no la mujer, puesto que digo que no existe, sino de las mujeres, haya logrado conmoverlas, al punto de arrancarles —es el colmo del psicoanálisis— algunos cabos de algo de lo que no tienen la menor idea, hablo de una idea captada, a saber, de la manera en que ellas se sienten. Es un resultado notable que las mujeres hayan llegado a decir algo que se parece a una verdad sobre eso. Gracias a Freud, contamos con algunas confidencias de mujeres. Ocurre incluso que las mujeres se arriesgan en el psicoanálisis, he dicho lo que pienso de ello: a saber, lo que esta especie de provocación freudiana ha sacado de ellas les da un derecho completamente excepcional para sacar de otros, de cierta cantidad de bebés llamados hombres, algo que se parece a una verdad.
Con cierta cantidad de cosas que llamamos "matemas", y que yo también llamo con el mismo nombre, he intentado marcar lugares y definir cuatro discursos con ellos. Me he enterado en estas jornadas de que había definido más de cuatro. Yo sólo retuve cuatro.
Se ha mencionado hoy que yo había hablado del discurso del filósofo. Esto me sorprendería, pero quizá si veo las cosas reproducidas por Jacques-Alain Miller de lo que pude haber dicho sobre este asunto, estaría obligado a creerlo. Estos cuatro discursos, me he roto verdaderamente la cabeza durante las vacaciones recientes para intentar deducir otros, no lo logré, y por eso pienso que estos discursos en sí mismos no constituyen materias, sino relaciones entre un determinado de lugares.
Sé bien que los lugares, lo recordamos hace poco, cumplen una función en la teoría de conjuntos. Pero no es seguro que la teoría de conjuntos explique algo en psicoanálisis. No hay conjunto de lo simbólico, de lo imaginario y de lo real. Hay algo que se funda en una heterogeneidad radical, y, sin embargo, gracias a la existencia de ese utensilio que es el hombre, se ve realizado lo que llamamos un nudo, que no es un nudo, sino una cadena.
De lo que no hay duda es de que el hombre está efectivamente encadenado por esta cadena. Es curioso que esta cadena permita la constitución de falsos-agujeros, constituidos cada uno por el pliegue de un agujero sobre otro. Esta noción de falsos-agujeros me conduce, desde luego, a plantear la pregunta de saber qué es un agujero que sea un verdadero agujero. Dos verdaderos agujeros hacen un agujero falso. Por eso el dos es un personaje tan sospechoso, y es necesario llegar al tres para que eso se sostenga.
Esto es lo que creo poder responder a las preguntas que me han hecho.