miércoles, 9 de julio de 2008

Pablo Peusner. "Acerca de la anticipación en la clínica psicoanalítica lacaniana con niños" (San Pablo, 5 de julio de 2008)

(Ponencia leída en el 5º Encuentro de la Internacional de los Foros - Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano, San Pablo, Brasil, 5 de julio de 2008)


En la enorme bibliografía psicoanalítica, y específicamente en aquella dedicada a los problemas emergentes de la clínica, se verifica una fuerte insistencia por destacar el carácter retroactivo del significante; o sea, su valor en lo referente a la resignificación. Sin embargo, Lacan afirmaba que debido a su naturaleza, el significante “anticipa siempre el sentido, desplegando en cierto modo ante él mismo su dimensión”[i].
Este doble matiz temporal propio de su funcionamiento estaba ya presente en el adjetivo alemán Nachträglich que Freud utilizaba con frecuencia para dar cuenta de procesos de temporalidad paradójica. Se trata de un término que admite una doble lectura: puede indicar que el sujeto continúa cargando cierto evento del pasado hasta el presente –es decir, cierta tensión hacia adelante, cierta tensión hacia el futuro–; y también puede indicar que el sujeto vuelve al pasado para encontrarse con el evento –o, lo que es equivalente, que el sujeto trae el evento del pasado hacia el presente, futurizándolo–. Conviene entonces destacar que, en español, al traducirse Nachträglich por “posterioridad” (recurso frecuente entre los psicoanalistas de habla hispana) se pierden la noción de retorno al evento y la idea de permanencia del evento, tanto como la referencia a un continuo proceso elaborativo de nueva significación.
Ahora bien, ¿cómo establecer un dispositivo que permita el despliegue de ambos valores temporales del significante, o sea anticipación y retroacción, en un ámbito de trabajo con las características de la clínica psicoanalítica lacaniana con niños?
Antes de responder, conviene hacer notar que si bien no podemos desconocer la dependencia genérica del niño respecto de sus otros parentales que representan al medio humano, sí podemos afirmar –siguiendo a Lacan– que esa dependencia puede considerarse como “dependencia significante” desde un estadío increíblemente precoz del desarrollo, justificando de este modo que el analista no retroceda ante la situación de la consulta por un niño. Si este modo de dependencia puede considerarse “significante”, entonces es posible formular la siguiente hipótesis: la presencia de los padres y parientes en la clínica psicoanalítica lacaniana con niños no puede considerarse un real. Si bien por el momento se trata sólo de una hipótesis, conviene desarrollar las implicancias de una afirmación tal.

El significante “presencia de padres y parientes” no es un significante de Lacan. No hay en los textos lacanianos referencias explícitas al problema, sino que el término pareciera provenir de los textos freudianos, donde dicha “presencia” era reducida a una presencia en la realidad: una presencia física que, además, cobraba valor de obstáculo al tratamiento. Cito: “Psicológicamente, el niño es un objeto diverso del adulto, todavía no posee un superyó, no tolera mucho los métodos de la asociación libre, y la transferencia desempeña otro papel, puesto que los progenitores reales siguen presentes”[ii].
Nosotros, psicoanalistas, no definimos al padre y a la madre de un niño a partir del lazo sanguíneo que entre ellos mantienen. La clínica contemporánea se articula con todo un muestrario de nuevos modos de lazos familiares que, de alguna manera, nos obligan a resituar en lo simbólico los lazos paterno-filiales (y también los fraternales). Ahora bien, la existencia de esos lazos... ¿únicamente puede cobrar valor de obstáculo en el devenir clínico, o puede resultar utilizable en alguna medida?
Para responder, conviene recordar que la acción que el analista produce sobre el paciente –o en nuestro caso, sobre el niño considerado como paciente, y sus padres y parientes incluidos en el dispositivo– “se le escapa junto con la idea que se hace de ella, si vuelve a tomar su punto de partida en aquello por lo cual ella es posible, si no retiene la paradoja en lo que ella tiene de desgarrado, para revisar en el principio la estructura por donde toda acción interviene en la realidad”[iii]. He aquí su política, la del analista, a la que sugerimos adscribir el dispositivo de presencia de padres y parientes; dispositivo que se diseñará con la mayor libertad según la táctica de cada caso, tomando posición acerca de quiénes participarán y con qué frecuencia –aunque, para facilitar ciertos fenómenos temporales de tipo anticipatorio, proponemos que ésta debe ser fija–.
Este dispositivo –que no será sino una red generada por un discurso que incluye decisiones reglamentarias, enunciados científicos, proposiciones enunciadas y no enunciadas– estará inscripto en un juego de poder (del que Colette Soler ha señalado su violencia inicial para cualquier modelo de dispositivo), y contribuirá a la creación de la llamada “situación analítica”. Así es que la presencia de los padres y parientes se convertirá en un artificio generado a partir de las directivas planteadas por el analista bajo el modo de consignas, consignas que vehiculizarán –incluso hasta en las inflexiones de su enunciado– la doctrina con que el practicante las sostenga, tanto como el efecto que en su análisis personal hayan producido sobre él.
Si el dispositivo de presencia de padres y parientes en la clínica psicoanalítica lacaniana con niños es llevado a su máximo desarrollo, se tensará una red discursiva en la que se hablará del sujeto o asunto desde diversas posiciones enunciativas, permitiendo que dicho sujeto bidimensional quede en clara posición de dependencia respecto del significante. Así, en los relatos que puedan aparecer, ya no importará quién sea el autor de los textos, sino que estos “se digan”. En una red tal, será posible enunciar acontecimientos pasados como si fueran posteriores al momento de la enunciación reponiendo el Nachträglich freudiano, aunque ahora transmutado en futuro anterior. Y como el analista conjetura, su intervención puede devenir en una hipótesis o abducción hipocodificada de efecto anticipatorio y decisivo para el asunto en cuestión, permitiéndole establecer relaciones coherentes entre datos textuales diferentes y aún inconexos.
Hemos verificado en la muy diversificada clínica psicoanalítica lacaniana con niños que dejar en manos de los padres y parientes la decisión del momento de la entrevista con el psicoanalista, produce que casi siempre lleguemos tarde al problema en cuestión, además de derivar en una especie de cesión de nuestra tan preciada dirección de la cura.
Creemos que el trabajo así planteado contribuye a una labor conjunta en la que ciertas ideas pueden matizarse y presentarse menos bruscamente, a la vez que permite trabajar en un terreno de probabilidades beneficioso para lo que hemos dado en llamar “el sufrimiento de los niños en su matiz objetivo”[iv].
En uno de sus textos clásicos, “Introducción al narcisismo”, Freud proponía que los padres obtienen por la vía del niño cierta satisfacción como modo de recupero de un antiguo narcisismo ya resignado. Sin embargo, nos atrevemos a afirmar que un hijo siempre es más, menos o distinto de aquello que podría haberlos satisfecho plenamente a nivel de ese narcisismo ya perdido. Surge así una diferencia que al retornar sobre la posición parental determina un modo particular del sufrimiento: el sufrimiento de los niños en su matiz objetivo. Y como cuando el paciente es el niño este sufrimiento es susceptible de ser abordado, desplegado y modificado por la vía del dispositivo de presencia de padres y parientes, encontramos otro motivo para justificar el uso del mismo, y para reflexionar acerca de sus alcances.

Tempranamente, en 1949, con ocasión de proponer su proyecto de “Reglamento y doctrina de la comisión de la enseñanza de la SPP”, Lacan subrayaba la flexibilidad técnica que debía acreditar cualquier candidato al ejercicio de la clínica con niños. Y en ese marco, afirmaba que a nosotros, los analistas que no retrocedemos ante los niños, se nos solicitaban sin cesar invenciones técnicas e instrumentales, lo que terminaba por instalar al trabajo teórico-clínico con niños en el lugar de “la frontera móvil de la conquista psicoanalítica”[v]. Que nuestra propuesta de trabajar con el dispositivo de presencia fija de padres y parientes en la clínica psicoanalítica con niños sea considerado como un intento de extender dicha frontera, favoreciendo los dos valores temporales del significante, valores coadyuvantes a la hora de intentar ceñir a lo real.


[i] Lacan, Jacques. La instancia de la letra o la razón desde Freud, en “Escritos 1”, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 1984, p. 482.
[ii] Freud, Sigmund. Conferencia 34: Esclarecimientos, aplicaciones, orientaciones, en “Obras Completas”, Vol. XXII, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1986, p.137
[iii] Lacan, Jacques. La dirección de la cura y los principios de su poder, en “Escritos 2”, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 1984, p. 570.
[iv] V. Peusner, Pablo. “El sufrimiento de los niños”, JVE editor, Buenos Aires, 1999.
[v] Lacan, Jacques. Reglamento y doctrina de la comisión de enseñanza (1949), en Jacques-Alain Miller, “Escisión, Excomunión, Disolución – Tres momentos en la vida de Jacques Lacan”, Ed. Manantial, Buenos Aires, 1987, p. 22.