lunes, 30 de julio de 2007

VACACIONES DE INVIERNO!!!!

Queridos amigos: me tomaré el resto de la semana para hacer un pequeño viaje con ocasión de las vacaciones de invierno. A mi vuelta, retomaré el espíritu del blog y volverán a aparecer novedades. Pero antes de irme, un material que permanecía inédito -no sé si acaso estará en la página de la institución en la que dicté la conferencia-.
Hasta la vuelta
PP.

Pablo Peusner. "Acerca de la presencia de padres en la clínica psicoanalítica lacaniana con niños".

(Conferencia pronunciada en ALEF, Buenos Aires, el 25 de abril de 2005)

Buenas noches, es un gusto estar hoy aquí con ustedes —supongo que tienen alguna relación respecto de la clínica de niños. Y digo esto porque, en una pequeña investigación que vengo realizando, les pregunto a los psicoanalistas si atenden niños y habitualmente obtengo respuestas que me hacen recordar el apólogo del “caldero agujereado” de Freud.
¿Se acuerdan de esa historia? Bueno, hay dos paisanos, uno le presta al otro una olla, y cuando el segundo se la devuelve, resulta que la olla tenía un agujero. Entonces, el primero le dice: “Abraham, la olla tiene un agujero”. Y su amigo le dice: “En realidad no está agujereada la olla”. Y entonces sigue la discusión. Y al rato Abraham confiesa: “Bueno, en realidad, cuando vos me la prestaste, ya estaba agujereada”. Sigue la discusión. Y al rato, la discusión termina cuando el dueño de la olla recibe como última respuesta: “¡Si vos no me prestaste ninguna olla!”.
Vean ustedes que el estilo de razonamiento y de argumentación puede ser válido, a condición de que cada respuesta se diera en forma individual. Si ustedes hacen la secuencia de las tres, es un problema, porque las tres producen oposiciones entre sí.
Cuando yo les pregunto a los analistas si atienden niños, la primera respuesta que me dan es: “Y, no, la verdad es que yo no atiendo niños, porque no estoy muy formado; en la facultad era optativa, y yo no estudié mucho de eso”. Y uno sigue charlando, y al rato te dicen: “No, mirá, en realidad, yo tengo un problema personal con los pibes, a mí los pibes no me gustan, me pudren; chicos ya tengo en casa, no quiero saber nada”. Y si uno sigue discutiendo un poco más, te terminan diciendo: “No, en realidad, lo que pasa es que la clínica de niños no existe”.
Entonces, a partir de esto, la verdad es que a mí me tranquiliza un poco encontrarme con ustedes, porque supongo que ustedes ya pasaron por este problema, y que si uno les pregunta si atienden niños, ustedes dicen: “Sí, atiendo niños, sea lo que eso sea, e implique lo que eso implique”.

Ahora, como ustedes habrán visto, yo en el cartel pedí expresamente que se incluyera que iba a hablar de la presencia de padres en la clínica psicoanalítica lacaniana con niños. ¿Y por qué tan insistente? Bueno, primero y principal, porque es fundamental que nosotros sepamos que se trata de clínica, que el marco en el cual estamos conversando, es un marco clínico. Digo que es importante porque podría ser diagnóstico, podría ser educacional, pero el ámbito que les propongo es el ámbito clínico. Y me parece importante adjetivarlo como psicoanalítico, porque hay distintas clínicas: hay clínica médica, hay clínica psicológica…
Les propongo que sea clínica psicoanalítica, y aparte con un segundo adjetivo, que es lacaniana, porque ustedes saben que hoy en día hay varios tipos de clínica psicoanalítica. Podemos hablar de Freud, podemos hablar de Melanie Klein, si nos gusta podemos hablar hasta de Anna Freud, si queremos podemos seguir hablando y nombrar a Jacques-Alain Miller, Jean Allouch, que son importantes psicoanalistas contemporáneos. Cuando digo lacaniana, lo que estoy proponiendo es que a lo largo y a lo ancho de la vastísima obra de Jacques Lacan, están disponibles todos los elementos para poder llevar adelante un tratamiento clínico, psicoanalítico, con niños. Yo parto de no utilizar a ningún otro autor.
¿Por qué les propongo esto? A mí me parece que respecto del problema de la clínica de niños, es muy difícil ser freudiano. Y les voy a tratar de transmitir la idea de por qué.
Freud, al inicio de su obra, produjo dos operaciones importantísimas, que fueron condición de posibilidad para poder pensar la clínica con niños. Me parece que uno puede entender que la extensión de la sexualidad a los niños –y también a los perversos- que hizo Freud en el segundo de sus Tres ensayos, es una de las condiciones fundamentales para poder pensar la clínica con niños, porque si no hubiera ninguna relación entre un niño y la sexualidad, el psicoanálisis poco tendría para decir allí.
Ustedes saben perfectamente que la maniobra que Freud hizo fue suponer la presencia de la sexualidad en determinadas conductas observables típicas de los niños. Por ejemplo, diferenciar el chupeteo del reflejo de succión, diferenciar el erotismo anal del control esfinteriano, suponer que las preguntas de los chicos están vinculadas a una teorización sexual infantil… Es decir que Freud propuso la sexualidad allí donde antes se veían otras cosas.
Y también hizo una segunda maniobra, que consistió en interrumpir la maduración de la función sexual. Es decir, que todo lo vinculado a la sexualidad no madura, no evoluciona hacia un ideal de genitalidad, sino que su estado perverso polimorfo –que es el estado que Freud detecta en los niños- casi casi coincide con su estado definitivo.
Es decir que a partir de esas dos ideas que Freud propone, comienza a pedirle a su grupo más cercano de colegas psicoanalistas, los primeros psicoanalistas, que le envíen material que le confirme su teoría. El problema, es que en vez de recibir material que le confirmara su teoría, empezó a recibir material de analistas que aplicaban esos saberes a los niños. Y a mí me gusta siempre proponer que Freud recibió su propio mensaje, aunque en forma invertida, desde el lugar del Otro. Y tranquilamente podríamos inscribir en ese lugar del Otro al papá de Hans, a August Aichhorn –el famoso pedagogo vienés- al pastor Oskar Pfister –un pastor protestante que tenía una especie de instituto de menores- a Melanie Klein, a Anna Freud, a Ferenczi –con el caso del “niño gallo”. Es decir, hay toda una serie de personajes muy importantes en la primera generación de analistas que le devuelven a Freud ese mensaje.
Freud les decía: “confirmen la teoría”. Y ellos, en realidad, se la aplicaban a los niños. Y eran notorias las reservas que Freud tenía sobre la posibilidad de aplicación del psicoanálisis a los niños. Eran muy notorias. De hecho, ustedes van a encontrar en varios textos de Freud reservas respecto de la posibilidad de aplicar el psicoanálisis como teoría y como práctica a los niños. Frases del estilo de “el niño es un objeto diverso del adulto; el niño no tolera bien los métodos de la asociación libre; la transferencia en los niños desempeña otro papel, puesto que los progenitores están presentes; en el niño falta aún el desarrollo de instancias psíquicas”... Son todas frases que cito casi de memoria, que ustedes encontrarán en la Conferencia 34, en el prólogo de Freud al libro Juventud descarriada de Aichhorn, que son frases que permiten ubicar claramente que Freud tenía cierta desconfianza, al menos, en aquella época, a la aplicación del saber del psicoanálisis como una práctica de trabajo con niños.
Ahora bien, más allá de lo que ocurrió entre Freud y la primera generación de analistas, después llegó Lacan. Hace un tiempo vi una película muy linda de Elizabeth Roudinesco, con Elizabeth Kapnist, que se llama Lacan, el psicoanálisis reinventado. Me gustó esa forma de presentar a Lacan como el reinventor del psicoanálisis. Porque la vuelta que él le pega es como volver a inventarlo, a partir de otros articuladores, a partir de otros problemas, y teniendo siempre en la mira el texto de Freud.
A partir del trabajo de reinvención que Lacan hace con el psicoanálisis, a mí se me presenta como una idea interesante que los analistas deberían, todos, comenzar a trabajar como analistas atendiendo a niños. Y ahora les voy a proponer por qué.
Lo que les quiero proponer es que si yo pudiera, si de mí dependiera, yo obligaría a todos los que quieren ser psicoanalistas a comenzar atendiendo niños. Me parece que la clínica con niños nos enfrenta a problemas bien manifiestos que la clínica con adultos mantiene ocultos. Uno no los ve. Salvo que haya estudiado mucho, salvo que esté muy orientado, es muy frecuente que al mejor cazador de nosotros se le escape la liebre. Y les voy a proponer al menos tres formas para pensar este problema.
El primer problema es la demanda. Supongan que por el hecho de estar nosotros ofertándonos aquí, en la ciudad de Buenos Aires, como psicoanalistas lacanianos, alguien viniera a pedirnos algo. Es muy frecuente interpretar que lo que nos vienen a pedir es una demanda de análisis. Uno lo escucha todo el tiempo. Más allá de la demanda, se tiende a pensar que las personas, porque visitan a un analista, demandan análisis.
Si ustedes se detienen a pensar un segundo cómo es una demanda de niños, ¿a quién se le ocurriría pensar que los padres del niño, por más psicoanalistas lacanianos que sean, vienen a ver a un analista para demandarle que uno haga análisis con ese niño? ¿Qué nos piden los padres de los pacientes? Yo diría: nos piden adaptación. Es una demanda adaptativa. Nos piden que adaptemos a ese pequeño “monstruo” a las competencias que debería tener en su etapa madurativa. Supongan: si se hace caca, que no se haga; si se hace pis, que no se haga; si se pelea con los chicos, se tratará de una demanda social, que adaptemos al pequeño a tratar de vincularse más y mejor con el otro que lo rodea.
Es raro, por no decirles imposible, encontrar que alguien traiga un niño y diga: “Bueno, traigo al niño para que sea analizado”. Dudo que ni siquiera los psicoanalistas lacanianos pidan eso. Por lo general piden una demanda adaptativa.
Ahora bien, cuando uno recibe un paciente adulto, con lo que se encuentra por lo general, es con que vienen y nos traen algo. Es como si ustedes fueran a la zapatería con una bota y un taco que se les rompió. Entonces, llegan y le ponen al zapatero eso encima del mostrador. Y el tipo lo va a mirar, y le va a decir: “¿Qué quiere que haga yo con esto? Porque yo le puedo pegar el taco, le puedo cambiar el taco, le puedo agarrar la bota, tirársela y hacerle una nueva”. Con lo cual muchas veces, cuando alguien viene a ver a un psicoanalista con un planteo, no está de por sí manifiestamente propuesto qué es lo que me están pidiendo a partir de esto que me traen.
Con las personas grandes, uno tiende a pensar rápidamente, que lo que nos piden con eso que nos traen es análisis, y muchas veces se verifica que no, porque en cuanto empieza a ver algún estilo de efecto analítico, salen corriendo.
El otro problema fundamental que se ve muy bien como problema en la clínica con niños, pero en la de adultos está totalmente oculto, es el problema de la definición del sujeto. Hoy en día es muy frecuente escuchar declaraciones de este estilo –supongan un ateneo o una supervisión: “un sujeto de 32 años asiste a la consulta...” Se dice sujeto por persona. De hecho, el diccionario de la Real Academia Española dice que un sujeto es una persona innominada, es decir, es una persona de la cual uno no sabe o no quiere decir el nombre. Como decir: “Ay, de ese sujeto no me hables”. O como los policías: “Afirmativo, el sujeto…”. O sea, cuando no se sabe el nombre o no se quiere decir el nombre.
Pero el diccionario, por sujeto, también da “asunto o materia sobre el que se habla o se escribe”. Y ese significado, en español lo tenemos muy perdido. Ninguno de nosotros habría dicho: “¿Y cuál es el sujeto de la clase que va a venir a dar Pablo hoy a ALEF?” Nadie hubiera usado esa expresión. Y aunque alguien la hubiese usado, aunque es correcta, nadie la hubiera comprendido.
En francés, que es la lengua de Lacan, en la cual Lacan pensó y produjo toda su obra, sujeto, en el diccionario, por primera definición, tiene: asunto. Y nosotros, que trabajamos mucho con textos de Lacan en español, nos encontramos con el problema de que cuando en francés dice sujet, en español se tradujo en forma directa sujeto. Y no se hizo más que generar un problema, porque el uso de la lengua francesa y el uso de la lengua española no habilitan el mismo uso para el término sujeto. Con lo cual, lo que les propongo, es que usemos esta definición: el sujeto es el asunto o la materia sobre el que se habla o se escribe.
Ahora bien, con un paciente adulto, el sujeto es persona. Pero con un niño, eso se complica. Porque si ustedes me dicen que el niño es el sujeto, yo les digo: “¿Quién es el Otro?”. Ustedes me dicen. “Los padres”. Y yo les digo: “¿Y quién es el analista?” Les falta un lugar. Mientras que si uno puede trabajar con que el sujeto es un asunto, un asunto puede implicar a varias personas. Y en este asunto, que seguramente será un asunto familiar, que será transindividual y estará más allá de los cuerpos discretos de cada uno, en ese asunto quedarán capturados el papá, la mamá, el hermanito… Esto si nosotros trabajamos con una noción de sujeto que no sea la noción de sujeto como una persona de carne y hueso.
Este es un gran problema hoy en día en las clínicas psicoanalíticas. Hay muchas propuestas que lo hacen quedar al sujeto como una persona realmente, mientras que hay otras, que todavía se sostienen, como la de pensar al sujeto como algo de dos dimensiones. No de tres dimensiones, no como un cuerpo, sino más bien como un texto.
Y fíjense que uno tranquilamente podría ponerle de nombre a los casos –vieron cómo se nombra a los casos en los que trabajamos, “caso Ricardo”, “caso Susana”- tal vez podríamos empezar a pensar, siguiendo esta propuesta, en nombrar los casos con el nombre, no de la persona, sino del sujeto. Poner: “el caso de la familia manchada”. Era el caso de una niña que presentaba un cuadro de psoriasis, y en realidad la psoriasis –presentada equívocamente como manchas, en una niña que uno podría llamar inmaculada- como manchas, atravesaba a su generación, a la generación de sus padres y a la generación de sus abuelos. Todos tenían una gran mancha.
Entonces, sería mucho más fácil suponer que, si el sujeto es un asunto, ya no coincide con el niño, sino que el asunto está tensado entre varias posiciones enunciativas. De ese asunto, cada una de las posiciones enunciativas tendrá algo para decir.
De hecho, en ese sentido la clínica de niños es sumamente compleja, porque hay mucho texto para leer. Está el texto de los padres, a veces los padres cuando están separados vienen con su nueva pareja –que, causualmente, es psicoanalista lacaniana, por lo general- y también está el informe del neurólogo, y la notita que mandó la maestra, y quizás de casualidad te llama la psicopedagoga de la escuela. Entonces, hay una proliferación de textos. Y uno dice: ¿Qué hago? ¿Los excluyo? ¿Me los saco de encima? ¿Los tomo? ¿Sirven o no sirven? ¿Importa que haya salido de la boca de la psicopedagoga? Si lo dijo el papá, después, ¿se lo puedo repetir al niño en la sesión? Si lo dijo el niño, ¿conviene que se lo diga al papá o estoy violando el secreto?
Ven todos los problemas si uno trata con cuerpos discretos. Ahora, si uno trata con un asunto del cual participan un montón de personas, la cosa se hace más sencilla, sobre todo porque habría que poder incluir en esto aquella prerrogativa de Lacan de leer al sujeto en tres generaciones. Es una referencia que Lacan da en su “Discurso de clausura a las jornadas sobre la psicosis en el niño”, donde propone que para formar un psicótico hacen falta tres generaciones. Y es muy interesante el planteo porque si uno establece bien lo que le pasa a un paciente, uno puede verificar que lo que le pasa al paciente es lo mismo que pasó en esa y en dos generaciones atrás.
Bueno, de más está decirles que si el sujeto no coincide con ninguna persona, la familia –me voy arrimando de a poquito al problema de la presencia de los padres- la familia, no son papá y mamá biológicos y los hermanitos que están ahí. Es decir, tendríamos que poder dar una vuelta más a ese planteo y poder pensar la familia como la plantea Lacan muy tempranamente, como un complejo familiar. Es decir, como una red de cadenas significantes que involucran ciertos lugares, de la cual participan ciertas personas.
Hoy a la tarde estaba dando un curso sobre presencia de padres en la ciudad de La Plata, y contaba una viñeta personal. Contaba que tengo un hermano, un hermano de sangre, que vive en otro país, con el cual hoy prácticamente no tengo vínculo. Y, sin embargo, tengo una persona amiga que se ha criado conmigo, hemos ido a la escuela juntos, que llega a mi casa, y mi hijo va, lo abraza, y le dice “hola, tío”. ¿Quién es más hermano mío?, me preguntaba hoy en voz alta. ¿Quién es más tío de mi hijo, este amigo mío que es casi un frater, o mi verdadero hermano de sangre? Es una pregunta como para pensar.
Y lo que yo proponía, es que si uno se hace estas preguntas tiene más amplitud para poder leer los fenómenos en la clínica. Uno no se queda tan pegado al precepto biológico que hoy rige; porque hace unos años no era tan fuerte la idea de la determinación del ADN.
Bueno, finalmente, lo último que les quiero proponer acerca de por qué me parece que es mejor atender niños antes que adultos, es el problema de la responsabilidad. A mí no se me escapa que Lacan le dedico cuatro o cinco clases del Seminario 7 al tema de la responsabilidad y a que eso genera problemas. Pero en principio tal vez todos ustedes conozcan la famosa indicación de Lacan de la rectificación subjetiva. Lacan dice que cuando Dora llega a verlo a Freud y le dice “Profesor Freud, mi papá pretende hacer un intercambio swinger con el viejo verde de al lado, y me entrega a mí, que tengo 15 años, para ir a encontrarse con la loca de la mujer de él”, le dice también: “¿Qué va a cambiar usted ahí? Si esto es así”.
Y Freud no dice nada. Lo simpático del caso es que Lacan dice lo que Freud dice, pero en realidad Freud no dice nada en el texto: “Bueno, en estos casos que son los que les traen dolores de cabeza a los analistas, porque todo parece tan bien planteado que parece muy difícil entrar ahí”. Lacan dice que Freud le dice a Dora: “Fíjate qué parte te toca a ti en el desorden del que te quejas”. Algo así como decirle: Bueno, hacéte responsable de eso...
Es una intervención complicada. Ahora bien, ¿quién le puede decir a un niño de cinco años: “Bueno, fijáte qué tenés que ver vos con el divorcio sangriento de tus padres”? Tal vez tenga que ver, pero ¿a quién se le ocurre preguntar? “Fijáte qué tenés que ver vos en el hecho de que tu padre haya tenido un hijo con la mucama”. ¿A alguien se le ocurriría decirle eso a un pibe de cinco, seis, siete, ocho, nueve o diez años? Sería ridículo. Sin embargo, increíblemente, a muchos analistas se les ocurre decirle eso a las personas grandes.
Yo les pregunto: piensen en lo peor de ustedes, pero no me lo digan, por favor. Piensen en lo peor, eso con lo que tropiezan todo el tiempo, eso que se quieren sacar de encima. ¿Soportarían que alguien, una vez o dos por semana, les diga: “Bueno, habrá que ver qué tenés que ver vos en todo eso”?
Bueno, esta es una intervención frecuente de los analistas lacanianos con sus pacientes, proponerles que se hagan responsables de eso que les pasa. Con un adulto, me parece una intervención ridícula. Pero con un niño es mucho más ridícula, y se ve mejor. ¿A quién se le ocurriría hacer esa propuesta?
Como ven, entonces, por el lado de la demanda, por el lado de la definición del sujeto, y por el lado de la propuesta de la responsabilidad, no se ve tan bien en la clínica de adultos como en la clínica de niños. Porque en la clínica de niños hay que establecer cuál es la demanda, mientras que en la clínica con adultos parece que la demanda coincide con lo que el tipo que me viene a ver me está pidiendo. En la clínica con niños hay que establecer al sujeto, porque hay tantas personas que hay que establecerlo, mientras que en la clínica con un adulto, viene un solo tipo, y uno está siempre tentado de decir “El sujeto es este que me vino a ver”. Y en la clínica de la responsabilidad, ustedes vieron lo que pasa cuando uno le dice a un niño de cinco o seis años. “Prometéme que te vas a portar bien en el cumpleaños”. Vieron lo que pasa. El pibe destroza el salón de fiestas.
Entonces, en ese sentido, yo les propongo que la clínica de niños es muy apta para estudiar problemas que en la clínica con adultos están medio velados y hay que hacer mucho esfuerzo para verlos.

Bueno, esto era a modo de presentación solamente. Propuse, entonces, trabajar un poquito acerca de la presencia de padres en la clínica psicoanalítica lacaniana con niños. Les cuento, como les dije hace un rato, que es el tema que yo estoy trabajando este año en un curso anual en la ciudad de La Plata. Les quiero proponer una idea de lo que para mí es central, y me ayudó mucho para poder pensar el problema. Y por ahí, en futuros encuentros, podamos seguir conversando sobre esto.
La semana pasada Adriana me llamó para preguntarme si tenía ganas de sugerirles alguna bibliografía sobre este tema. Lo que yo le decía es que la bibliografía sobre este tema no existe. No hay. En los últimos quince años no ha salido más que un solo libro, que lo traje, después se los muestro, que haga una referencia total, es decir, que todo el libro esté dedicado a este problema. Sí van a encontrar artículos sueltos en distintos libros, esas recopilaciones clásicas de tres o cuatro analistas. Van a encontrar uno o dos artículos, pero no van a encontrar a nadie que haya escrito todo un libro sobre ese tema. Ni siquiera este, porque este también son artículos. Son todos artículos sobre el mismo asunto, y se llama El lugar de los padres en el psicoanálisis de niños. No habla de presencia de padres, no dice qué psicoanálisis –no dice si es freudiano, lacaniano, kleiniano o qué. Pero bueno, es lo único que hay.
Y a mí me parece que realmente es un problema, porque ¿vieron que sobre cualquier tema que ustedes busquen hay libros? Si yo les digo que me digan un libro sobre la transferencia, ustedes conocen uno. Un libro sobre el goce, un libro sobre el cuerpo, un libro sobre lo imaginario… todo el mundo conoce un libro sobre un tema. ¿No les parece mentira que no haya un libro sobre la presencia de padres en la clínica de niños?
Yo a partir de eso diagnostiqué que me parece que hay un problema con ese tema. Es un tema difícil, seguramente –me dije-, es un tema raro, es un tema que es muy complejo de plantear en un libro, de reducir a un libro. Bueno, algo pasa con eso. Y es por eso que dediqué todo este año a teorizar y a discutir sobre eso, y a analizar toda la bibliografía que hay en torno a eso, por poquita que sea.
Ahora bien, lo primero que encontré es esto. Hay una compiladora, que se llama Ana María Sigal de Rosenberg, de Editorial Lugar.
Les decía, entonces, que hablar de presencia de padres arrastra un problema. Si uno quiere ser, como yo propongo, lacaniano, y hablar de la presencia de padres, se va a encontrar con el problema de que Lacan jamás, a lo largo de su enorme obra, habló de presencia de padres. Nunca. En realidad, casi nunca habló de clínica con niños, habló muy poquito, trazó pinceladas. Pero mucho menos de presencia de padres. Ni siquiera existe el significante Presencia de Padres en la obra de Lacan.
Con lo cual no tenemos apoyatura en el Lacan dixit. O sea, yo no puedo citarles una cita de Lacan para decirles “Lacan dijo esto”. No tengo. Probé con varias traducciones, francés, español, con el CD, me escribí con otros psicoanalistas, nadie sabe de dónde salió, ni siquiera. Por qué “presencia de padres”, por qué se utiliza esa forma. Es una forma canónica, todo el mundo usa esa desde hace mucho tiempo. ¿Es un concepto, la presencia de padres? Si es un concepto, ¿quién lo acuñó? ¿En qué sistema de oposiciones conceptuales funciona? ¿Cómo entenderlo?
Pero el principal problema, era que como no era un elemento del corpus lacaniano, había que arriesgarse a hacer el trabajo de elaboración, tal que uno se fuera tan lejos de Lacan como para que se perdiera el espíritu lacaniano, o que uno quedara tan pegado a la letra de Lacan que no pudiera decir nada. Porque como eso no está en Lacan… Entonces, ¿cómo hago para despejar un concepto, o una vía teórica, si es o no un concepto, respecto del cual no tengo apoyatura en la obra de Lacan? ¿Qué hago? ¿Vuelo teóricamente y me desprendo de Lacan o me quedo tan pegado a Lacan que no puedo decir nada?
En realidad, tuve una noche de insomnio antes de decir esto en ese curso, donde la pregunta que se me presentó, se me presentó así: Lacan, ¿lo avalaría? ¿Qué pasaría si yo estuviera hablando acá y estuviera Lacan ahí? ¿Me revolearía alguna cosa, o de alguna forma avalaría que un psicoanalista lacaniano se proponga hacer una cosa así?
Y de repente me acordé de algo. No sé si ustedes conocen la historia institucional de Lacan, un poco, pero en 1953, cuando se produce la primera escisión de la Sociedad Psicoanalítica de París, se produce por la lógica que Lacan propone para organizar el instituto de psicoanálisis. Lacan propuso unos estatutos, Sacha Nacht propuso otros y entraron en disputa. Lacan proponía alentar a la gente joven, que no fueran médicos, un modelo bien humanístico. Nacht proponía a lo vejestorios, que todos tenían que ser médicos, un modelo ultra biológico.
Y, bueno, pasó lo que tenía que pasar: Lacan se fue. Pero antes de irse, él había propuesto los estatutos. Y les quiero leer cómo habla Lacan de los analistas de niños en el año 1949 y en 1953. Son dos frases nada más, escuchen esto:

“Estamos lejos de la época en la que la práctica del psicoanálisis con niños parecía exigir tan sólo una formación abreviada”.

Parece que alguna vez, para ser psicoanalista de niños, había que estudiar menos que para ser psicoanalista de adultos. Pero Lacan dice que estamos lejos de esa época.

“Por el contrario, exige la más completa integración de los datos analíticos, tanto por la flexibilidad técnica que requiere, como por los problemas que plantean los modos de comunicación propios del niño”.

Esto es interesante: requiere máxima flexibilidad técnica, la clínica con niños. Es decir, que a la técnica hay que prácticamente retorcerla por todas partes. Yo publiqué hace unos años un caso clínico en el que por primera vez en la vida me pasó que un niño entró al consultorio y me dijo: “¡Te juego a esto!” Y me dio un CD. Y yo, que había estudiado el juego de Melanie Klein, el fort-da, el juego de Winnicott, el juego de Piaget, era un experto en todo eso. Pero nunca en la vida había estudiado el juego virtual.
“Máxima flexibilidad técnica”. Porque del modo en que atendemos adultos, sentados en el sillón, escondidos detrás, para que no nos miren, pasar a decidir si jugás o no jugás con un pibe al Atomic Bomberman en la computadora, sea lo que eso sea (porque se imaginan que yo no cazo una de eso) es realmente una flexibilidad que impone la clínica con niños, que en la clínica de adultos no está.

“El candidato a la especialidad infantil del análisis, no sólo debe dominar, para someterlos a su propósito analítico, toda clase de disciplinas psicológicas exógenas”.

¿Ustedes dominan toda clase de disciplinas psicológicas exógenas? A ver, por ejemplo, si yo les pregunto: ¿cuál es la diferencia en la estructura de la inteligencia entre una regulación y una agrupación? ¿Cómo se forma un grupo práctico de desplazamiento? ¿Cuándo es esperable que se inhiba el reflejo de succión? ¿Se acuerdan de esas cosas? Lacan dice que el analista debe dominar toda clase de disciplinas psicológicas exógenas, para someterlas a su propósito analítico. No porque vaya a trabajar con eso, sino para someter esos saberes a los propósitos psicoanalíticos que nosotros tenemos.
¿Por qué? Dice:

“Porque se le solicitan sin cesar invenciones técnicas e instrumentales”.

A los psicoanalistas de niños, todo el tiempo se les solicita inventar técnicas e inventar instrumentos. Todo el tiempo.

“Que hacen de los seminarios de estudio de psicoanálisis infantil la frontera móvil de la conquista psicoanalítica”.

Es decir que si el psicoanálisis conquista algo, si hay algo que puede lograr extender una frontera del psicoanálisis para que algo que era interpretado por fuera, ahora quede por dentro, es el psicoanálisis de niños.
Que yo sepa, Lacan nunca usa esta expresión para la clínica con adultos. Lacan nunca dice que la clínica de adultos podría ser una frontera móvil de la clínica psicoanalítica. Sí lo dijo para la clínica con niños. Y por eso los que estamos en la frontera móvil somos todos fronterizos, porque para estar trabajando con niños hay que ser un poco fronterizo. Interpreten ustedes lo que quieran, con eso.
Y hay una pequeña cita más que les quiero proponer, que es de los estatutos del ’53. Lacan propone que…

“El psicoanálisis de niños se reveló, en su valor clínico, como sujeto a incertidumbres cada vez más ricas en problemas a medida que se les concede un interés más ordenado”.

Es decir, que a medida que uno le concede un interés más riguroso, más sistemático, más ordenado, a algún problema, por ejemplo, la presencia de padres, el psicoanálisis de niños se revela como cada vez más rico en problemas.

“Sin duda, esta es la frontera donde se le ofrece al análisis lo más desconocido por conquistar”.

A mí me llamó mucho la atención que Lacan dos veces seguidas en tres años, diga lo mismo. Que es desde el psicoanálisis de niños el lugar donde al psicoanálisis se le ofrece lo más desconocido por conquistar.
Con lo cual, yo creo que si Lacan me estuviera escuchando a mí proponer trabajar con la presencia de padres como lacaniano, que él nunca lo habría dicho, entonces se pondría hasta contento –diría: “ahí hay un loco que se tomó en serio lo que yo dije en el ‘53”-, y por eso me atrevo a intentar dar un paso con ustedes, al menos proponiéndoles el espíritu de mi propuesta.

He notado, mediante cierto relevamiento del campo, es decir, mediante la lectura de todos los artículos que encontré sobre estos problemas –incluido este librito y algunas cosas más- he notado que, por lo general, el tema de la presencia de padres se aborda con dos lógicas que yo considero un poco problemáticas. Las lógicas son las siguientes.
La primera: casi todos los textos que hablan de presencia de padres hablan de presencia de padres a partir de definiciones ostensivas. Es decir, “la presencia de padres es esto:…”, y te invocan un caso, y no dicen nada. ¿Se acuerdan de las definiciones ostensivas de Bertrand Russell? Por ejemplo, si yo quisiera darles una definición ostensiva de un reloj, le diría: “Un reloj es esto” (y mostraría un reloj).
Bueno, ese problema está en los libros. Cualquier texto que ustedes tomen acerca de la presencia de padres, van a encontrar que tienen casos. Y que tenga un caso no quiere decir que esté teorizado, sino que una manera supuesta del autor de querer explicar de qué se trata la presencia de padres es mostrar un caso.
Eso suele conducir a un problema, y es que de por sí no dice nada. Tal vez sea interesantísimo, pero falta la teorización.
Y el otro problema que yo encuentro en cuanto al uso de la presencia de padres, es que acerca de la presencia de padres, todos los textos que leí, proponen el tema en términos de “mi experiencia…”. O sea, son personas que cuentan su experiencia. Yo no sé cómo se llevan ustedes con la experiencia, –me refiero a la experiencia de otros- pero yo, al menos, puedo sugerirles lo siguiente: ¿alguno de ustedes alguna vez caminó sobre el Glaciar Perito Moreno? ¿Alguno de ustedes vio París desde la Torre Eiffel? ¿Sí? ¿De noche? ¿Trajiste una foto? ¿¡No!? ¿Por qué no la trajiste? Si yo traigo una foto de Paris desde la Torre Eiffel, cuando te la muestro, qué es lo primero que me decís? Y, “Esto es una porquería”. Porque hay que estar ahí, no sabés lo que es por una foto.
La experiencia, sobre todo si es de uno, tiene ese punto de cosa intransmisible. Piensen en la experiencia más fuerte que les haya pasado nunca e intenten explicarla. Es complicadísimo. Bueno, estos libros proponen, por lo general, las cosas en esos términos. “Y cité a ambos padres, porque en mi experiencia, en estos momentos convenía hacerlo”.
¿Y ahí que estoy diciendo como argumento? Yo lo que les propongo es que, al menos en psicoanálisis –en otras disciplinas no sé cómo funciona- cuando alguien argumenta por su experiencia nos está haciendo trampa. Uno no puede decir, en una supervisión, por ejemplo: “No, mi experiencia es que el paciente es psicótico”. ¿Por qué? “Por mi experiencia”. Bueno, pero si es por tu experiencia, ¿qué hago yo con tu experiencia? Dale estructura de saber a tu experiencia y transmitíla. Lo que estoy diciendo es: formulalo en argumentos coherentes, rigurosos, transmisibles, para que de tu posición ese argumento pueda llegar a mí, yo pueda discutirlo, ponerlo a prueba en otro lugar, en otras circunstancias y ver si funciona.
Es decir, que sin ninguna duda tenemos una doxa, una doxa de la presencia de padres –se ve bien en los casos, porque muchos textos hablan de la presencia de padres, muchos textos proponen material clínico para ilustrar cosas, pero, en realidad, siempre se quedan a mitad de camino entre lo que están proponiendo y la teorización, y no hay una teorización fuerte sobre este problema.
Y, entonces, cuando no encontré todo esto, en ese momento me detuve, y dije no. Necesito una pregunta para empezar a teorizar este problema. Necesito una pregunta para empezar a pensar. A mí me gusta pensar con preguntas. Y la pregunta que me hice fue la siguiente: la presencia de padres … ¿es un real de la clínica psicoanalítica? Ésa es mi pregunta, y le voy a dedicar el resto del tiempo de nuestro trabajo a decir algo acerca de eso, y les voy a leer alguna cosita más.
Yo creo que de acuerdo a cómo ustedes respondan a esa pregunta, a partir de la respuesta que ustedes den, modifican absolutamente la posición teórica respecto del tema de la presencia de padres.
Entonces, de El lugar de los padres en el psicoanálisis de niños, les voy a leer una línea, de una especie de prócer del psicoanálisis en Argentina, que es Gilou García Reinoso. Ella presenta el libro:
“Este es el libro que presentamos aquí, el que abre el debate y provee testimonios y reflexiones acerca de los interrogantes que plantea en el análisis de niños la dependencia real de los padres. En efecto, los analistas que trabajan con niños se ven confrontados al hecho de la presencia de padres.”

Entonces, ella habla de la dependencia real de los padres –y el uso del genitivo en una frase como estas es un lío, porque ¿quién depende de quién? ¿Los niños dependen de los padres o los padres dependen de los niños? Porque esa frase no queda clara. Pero pongamos buena intención de lectores y supongamos que está hablando de la dependencia real de los niños para con los padres.
Bien, y la otra idea es que el que los padres estén ahí es un hecho. ¿Ustedes están de acuerdo con eso? Porque daría la impresión de que uno puede partir de afirmar que es un hecho la presencia de los padres en la clínica de niños. Y si es un hecho, si es imposible que no esté, si siempre va a estar ahí porque el niño depende en forma real, como dice el texto, de los padres, entonces la presencia de padres es un real de la clínica psicoanalítica.
Y, para contraponer esta idea, para proponerles otra perspectiva del problema, les voy a proponer una cita de Lacan del escrito de Lacan sobre criminología. Lacan tiene un escrito temprano, del ’50, en colaboración con Michel Cénac. Se llama Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología, van a encontrar la cita en la página 128. Dice así:

“La realidad de la miseria fisiológica propia de los primeros meses de la vida del hombre (…) expresa la dependencia genérica del hombre con respecto al medio humano. Que esa dependencia pueda presentarse como significante en el individuo en un estadío increíblemente precoz de su desarrollo, no es éste un hecho ante el cual deba el analista retroceder”.

Está hablando del niño. Ustedes saben que Lacan dice que el hombre nace en una miseria fisiológica, porque nace, y al no tener terminada la mielinización de la corteza cerebral, el niño nace prematuro. Lacan dice que eso expresa la dependencia genérica del hombre a su medio. Pero después dice algo más:

“Que esa dependencia pueda presentarse como significante en el individuo en un estadio increíblemente precoz de su desarrollo…”

¿Qué es lo que supone? Que esa dependencia se presenta como significante. Y si es significante, no es dependencia real. No es alimento y abrigo, sino que es significante.
Tiene la prueba con Spitz, y el síndrome del hospitalismo. Un niño bien alimentado y bien abrigado, si no le hablan, muere. Y Lacan dice que esa dependencia que parece humana –porque efectivamente el cachorro humano nace en una dependencia fisiológica-, que parece real, se presenta en realidad como significante, es por eso que el analista no debe retroceder ante los niños. Todos ustedes conocían la frase de Lacan de “no retroceder ante la psicosis”. Pero esta, que es muy anterior, no la conoce nadie: Lacan había dicho, antes de no retroceder ante la psicosis, no retroceder ante los niños, porque la dependencia que tienen con los padres es significante desde un estadio increíblemente precoz de su desarrollo.
Lacan, al proponer esta idea tan tempranamente agrega un elemento a nuestra pregunta. ¿La presencia de padres es un real de la clínica psicoanalítica? Si es un real la presencia de padres, es un hecho, es indeterminable, siempre está ahí nos guste o no nos guste. No hay mucho que hacer. Ahora, si la dependencia es significante, aún en un estadio increíblemente precoz, y si se trata de cadenas significantes que se organizan de una determinada manera, tal vez el psicoanalista pueda intervenir.
Para esto, lo que hace falta despejar bien es el problema de qué es una familia. Porque pensar que el señor y la señora donadores de material genético para crear un niño, son los padres, en el psicoanálisis, es lo mismo que creer que el tipo que vino a verme al consultorio es el sujeto. O sea, si uno asume que una persona que me viene a ver es el sujeto, si uno comete ese error, entonces desplazar el problema a que el señor y la señora donadores de material genético para crear al niño son los padres tiene absoluta razón de ser.
Yo, lo que propongo, es que ninguna de las dos es cierta. Yo, lo que les propongo, es que papá y mamá deben ser diferenciados claramente del lugar en el complejo familiar que Lacan utiliza para situar a la familia.
Si ustedes leyeron el artículo de enciclopedia francesa de Lacan sobre los complejos familiares, hay uno de esos [no se entiende] que se llama La familia, en la edición prologada por Masotta, de editorial Argonauta. Tengan en cuenta que el título del artículo no es La familia, Lacan nunca habló de la familia. Lacan habló de los complejos familiares. Ese escrito es el segundo escrito de los Autres écrits, se llama Los complejos familiares en la formación del individuo. Lacan no habló de la familia, habló de complejos familiares. Y es más. En los primeros seminarios habló de constelación familiar, y después habló de estructuras elementales de parentesco.
Vean los esfuerzos que Lacan hace para separar a la familia de un hecho biológico. Tanto como el intento que él hace de demostrar la influencia que hay desde el medio familiar hacia cualquiera de sus miembros. Es decir, que nadie es inmune dentro del sistema familiar.
No sólo eso, sino que Lacan plantea, también, que la familia instaura una transmisión generacional hacia las personas. Lacan dice que la familia establece entre las generaciones una continuidad psíquica cuya causalidad es de orden mental. “Orden mental”, en 1938, podríamos entenderlo como “orden significante”.
Y en la famosa Nota sobre el niño, que es un artículo que todo el mundo lee porque es lo único que Lacan escribe sobre el niño, Lacan dice que transmisión familiar es irreductible la, porque por más que la familia cada vez se achique más y más, y por más que nosotros creamos cada vez más que yo soy yo y tú eres tú, mis padres están en la casa de tus padres, igual hay transmisión, y la transmisión es irreductible, no se puede reducir. Siempre se transmite algo. ¿De quién era la deuda que debía pagar de una manera tan delirante el Hombre de las Ratas? Bueno, Lacan dedica bastante espacio a trabajar estos problemas.
Entonces yo voy a proponerles la última idea, que es la idea sobre la cual estoy avanzando en este momento. Es la siguiente: La presencia de padres no es un real de la clínica psicoanalítica. La presencia de padres es un dispositivo que articula con la dirección de la cura. Es decir, que es un artificio simbólico que debe ser dirigido por el psicoanalista.
A mí me parece que tenemos un problema. Y es que no hay política de trabajo para la presencia de padres. La presencia de padres es un artificio simbólico, total y absolutamente artificial; y entiendan por qué digo artificial. Porque a veces la presencia de padres es que los chicos vengan con la abuela, porque los padres se han muerto y vienen con la abuela. Y a veces viene la madre con su nueva pareja, porque el padre se fue a vivir con un travesti a Tanzania. Es decir que uno dice padres, pero no necesariamente son los padres. Quizás en francés sería más fácil, porque uno dice les parents, y eso es “los padres”, pero también es “los parientes”, entonces uno podría hacer esta salvedad.
Pero la presencia de padres es un dispositivo, y uno la tiene que pactar. Cuando pacta los honorarios, y cuando pacta qué días va a venir el niño, tiene que pactar la política de la presencia de padres. Y cuando digo “tiene que pactar la presencia de padres”, quiere decir que hay que arreglar con los padres cuántas veces por mes nos vamos a ver, en qué circunstancias, cuánto van a pagar.
Yo he propuesto la presencia fija de padres en el tratamiento con niños. Yo no cito a los padres. Yo propongo, la primera cita que, si el niño viene todos los martes, los padres vengan un jueves por medio a tal hora. Lo cual produce un efecto muy interesante, porque los padres dicen “¿Y nosotros también? Pero si el problema lo tiene el nene”. “No, viejo, ¿viste que nosotros también tenemos que venir?” le dice ella a él cuando se están yendo. Algo pasa ahí. Es una intervención proponerle a los padres del niño que ellos también tienen que participar con una presencia fija, y no solamente cuando se produce un escándalo.
Entonces, lo que yo noto es que hay como una especie de flojedad al momento de plantear la situación analítica. Lo que los psicólogos llaman encuadre, los psicoanalistas lo llamamos situación analítica. Es un significante que Lacan propone en el escrito La dirección de la cura. Ustedes lo van a encontrar en el capítulo uno, en el apartado dos, donde Lacan dice:

“El psicoanalista seguramente dirige la cura, pero no debe dirigir al paciente.”

Pero la cura sí. Es decir que las coordenadas en las que la cura transcurre deben ser manejadas por el analista. Y dice así:

“La dirección de la cura consiste, en principio, en hacer aplicar por el paciente la regla analítica, o sea, las directivas de las que no se podría desconocer la presencia entre el ciclo y lo que se llama la situación analítica, bajo el pretexto de que el paciente las aplicaría, en el mejor de los casos, sin pensar en eso.”

Es decir, que aunque uno atienda a un psicoanalista lacaniano, que sepa absolutamente todo, hay que decirle que aunque no venga tiene que pagar. Que va a tener que venir todas las semanas, o dos veces por semana, a tal hora. Es decir, que Lacan propone que el analista debe dar las directivas, debe dar consignas para lograr la situación analítica. Yo, lo que propongo, es que en esas consignas, en el caso de niños, debe estar incluida la presencia de padres como consigna.
Y ustedes dirán: “Pero… ¿y el caso por caso?”. El caso por caso es para excepciones. Uno, caso por caso, hace excepciones. Porque si no cada caso nos hace olvidar todo el saber previo del psicoanálisis lacaniano. Caso por caso yo decido si un paciente que faltó, y me va a pagar la sesión, si se la recupera o no se la recupera. Caso por caso yo decido si los padres que tenían que venir todos los jueves, y una semana me llaman para venir el otro viernes porque pasó algo, yo decido si los recibo. Pero es para las excepciones, no es la norma. No se puede fundar una norma en algo que es caso por caso. Es un problema lógico.
Y miren cómo lo plantea Lacan. Dice:

“Estas directivas –para nosotros la presencia de padres, cómo vamos a trabajar la presencia de padres- están planteadas en una comunicación inicial bajo forma de consigna”.

Consigna. O sea, no son para discutir. Son consignas.

“De las cuales, por poco que el analista las comente, se puede sostener que hasta las inflexiones de su enunciado, estas consignas vehiculizarán la doctrina que de ellas se ha hecho el analista al punto de consecuencia al que hayan devenido para él.”

Lacan dice: hasta en las inflexiones del enunciado, hasta en si yo lo digo con voz firme o con voz débil, hasta en eso, en el tono de voz que yo uso, dice Lacan, eso vehiculiza; primero, cuánto estudié el problema que estoy presentando. O sea, si le presté atención teórica, si reflexioné alguna vez acerca de qué significa incluir a los padres en el tratamiento de un niño, si eso es un real o si es un dispositivo simbólico. Y también al punto de consecuencia al que esas ideas hayan devenido para mí, es decir, qué consecuencias de mi análisis personal me favorecen como para plantarme de esa manera para proponer algo.
Bueno, a mí me parece que el problema, para resumirlo y como última idea, es que se ha tendido a entender la presencia de padres como al papá y a la mamá en el consultorio. Se ha reducido a eso, a un fenómeno –yo les diría- casi social. Los papás vienen con los chicos, por lo general, y como vienen, esa es la presencia de padres. Y eso establece una política de trabajo, en relación a eso.

El otro día escuché un caso que comenzaba así. Una señora llama por una nena de trece años. La mamá llama al analista y le dice: “tengo una hija de trece años, que quiero que se analice con usted, ¿cómo es? ¿tengo que ir yo primero o tiene que ir ella primero?”. Y el analista le dice: “Y, no sé… como a usted le parezca mejor”.
Un mes en análisis y el caso se traba porque la madre y la hija se matan a ver quién entra al espacio, se disputan el lugar, la madre quería ser más joven que su hija… Con lo cual, observen ustedes que yo, en la discusión teórica que siguió al caso, lo que proponía era que a mí me parecía que el problema estaba al principio. Que si de entrada se hubiera dejado bien en claro una política de qué lugar iba a tener la madre en ese tratamiento, todo lo que vino después se hubiera podido evitar perfectamente, porque los lugares hubieran estado claros.
[En este caso] no se trabajó con la idea de que la presencia de padres debe ser incluida en las consignas de la dirección de la cura. Porque es un simbólico. No podría, no puede ser jamás un real de la clínica psicoanalítica.
Bueno, voy a interrumpir, y si hay preguntas podemos retomar algunas cosas.

Alumna:- [no se entiende … la respuesta … sobre todo con lo que dijiste al final, de la diferenciación]

Peusner:- Bueno, en principio siempre es un problema presentar en dos líneas un caso. Yo lo que creo es que hay cosas que se ven bien con la lógica del significante, y que si vos tenés las consignas al principio tenés un significante al cual ligar todas esas cosas locas que pasan después.
Les voy a dar un ejemplo más fácil. Supongamos que yo trabajo en una oficina y tengo un compañero que me tiene podrido. Me tiene re podrido. Me apaga la computadora, me pierde los archivos, me tira las carpetas. ¿Es lo mismo si yo un día me levanto y le parto un matafuegos en la cabeza a si previamente yo había hablado con el jefe, y aunque el jefe es un pusilánime imbécil, le dije “Bueno, mire, este muchacho me está haciendo esto hace tanto tiempo, pasa esto, esto y esto, en cualquier momento le voy a romper la cabeza”? Y, el tipo, obviamente, como es un pusilánime, no hace nada, y yo dos meses después le rompo la cabeza con el matafuegos. ¿Es lo mismo? Porque en el primer caso, esto cae como en el vacío. “Y, bueno, flaco, me hubieras dicho que tenías un problema con él antes de partirle la cabeza”. Porque la lógica del significante me permite ligar. Si vamos a hacer una intervención sobre esa rotura de matafuegos en la cabeza tenés un marco respecto del cual organizarte.
En el otro caso, en el que yo contaba, me da la impresión de que si uno hubiera tenido una buena política de presencia –que podría haber sido de presencia o no, porque a lo mejor a los trece años uno podría haberle dicho a la señora: “Mire, señora, yo voy a conocer a su hija, venga usted primero, después viene su hija, y ahí voy a determinar qué política voy a adoptar”, yo, por lo menos hago eso siempre- y uno le hubiera planteado a la señora: “Bueno, la paciente va a ser su hija, usted va a venir una vez cada quince días, o una vez por mes. Cuando la señora empiece a disputar el espacio, uno tendría un punto inicial al cual hacerle la articulación. “Mire que usted se comprometió conmigo a tal cosa, recuérdelo”.
A mí me parece que esas cosas nunca están de más en el mundo de los supuestos. Porque hay tanto psicoanálisis de divulgación en el mundo, que es lo que Lacan mismo propone, que aunque la gente sabe a lo que viene, tal vez convenga decírselo. ¿Cuántas personas que saben perfectamente que él las ama no actúan porque están esperando que lo diga? ¿Vieron como es eso, no? O sea, qué importante que es para nosotros que alguien nos lo diga.
“Es mi cumpleaños y yo no te invité porque es obvio que vas a venir.” “No, yo estoy esperando que vos me invites, esperaba tu llamado para invitarme”. Entonces, en ese sentido digo que no es lo mismo leer con un significante primero bien establecido, porque lo que pasa después se lo puede ligar a él. Ya no es el goce de la madre. Así como se presentó era el goce de la madre. Pero si vos tenés las cosas planteadas en este primer punto, tal vez no sea el goce de la madre. Tal vez haya que pensarlo de otra manera, porque habría que ver que dijo la madre en esa primera entrevista, qué pistas me dio, tal vez tendría algún significante la madre para devolverle a la paciente y hacer este desastre, tal vez nunca hubiera tomado a la hija si hubiera conocido a la madre el primer día. Porque a lo mejor cuando conozco a la madre y me doy cuenta de lo que está pasando, tal vez postergo la inclusión de la hija.
Yo le tengo mucha confianza, creo que resuelve muchos problemas. Igual vieron que problema es cuando uno dice “si hubieras hecho esto…”. Yo no le dije al analista “si hubieras hecho esto”, sólo le dije: “qué macana que acá no se trabajó con política de presencia de padres”. Porque a mí me parece que hay que usarla. Y si no se la teoriza, si no hay teorización sobre la presencia de padres es porque se tiende a pensar que es un real. ¿Cómo vas a teorizar un real? Si los padres son los padres. Y entonces no se utiliza la política esa. No se incluyen las consignas.
Yo pregunto todo el tiempo, ¿cómo hacés con los padres?. “Y, no, cuando hay algún quilombo, cuando vienen”. Así se trabaja. Yo no digo que esté mal, pero digo que se está desaprovechando un recurso. Es como si yo le dijera: ¿jugás con el chico? “No, yo no juego, yo solamente hablo?”. ¿Cuántos años tiene? “Cuatro”. Ah, bueno. Es interesante, hablar con un pibe de cuatro, a mí me encanta, pero te estás perdiendo un recurso valiosísimo. Pasa que es tan valioso el recurso que da pena perdérselo.

Alumna:- [no se entiende]

Peusner:- A mí una madre que me va a traer una chica de trece años sin conocerme me llama la atención. ¿Ustedes llevarían a una chica de trece años a un analista sin verlo primero? A mí me llamó la atención eso. Cuando hay un recurso, y con nosotros en carácter de alguien que sabe qué hacer con determinada cosa, responder “Y, no sé, como a usted le parezca” en el primer contacto, me parece complicado.

Alumna:- [no se entiende]

Peusner:- Sí, pero a mí me parece que la política no te compromete, porque si vos sos un analista y te llaman para preguntarte por una joven de trece años, si te preguntan “¿tiene que ir ella o tengo que ir yo?”, suponiendo que porque tiene trece años está en un borde con la juventud, ¿qué problema hay con que uno diga “No, venga usted primero, así nos conocemos, charlamos”? Yo tengo ese tono. ¿Vieron que Lacan dice “Hasta en las inflexiones del enunciado”?

Alumna:- Bueno, pero lo que pasa es que también no todos los analistas [no se entiende]

Peusner:- Sí, pero la tomo en cuenta cuando viene. Y le digo: “Qué curioso que usted quería mandarme a su hija antes de conocerme”. Pero se lo hago en presencia. Ahí está la presencia. No se lo hago por teléfono. A mí me llama todo la atención de este caso. Me llama la atención también la suposición de la señora de que su hija quizás debía venir sola. Me llama la atención que alguien entregue a su hija así al analista.
Entonces yo no desperdiciaría el recurso de la presencia, y no me parece que sea violento ni nada, porque te está preguntando. Uno sabe cómo conducir ese tren que se va a poner en marcha, y uno es el conductor. No me parece que sea problemático, ahí. Me parece más problemático cuando a la presencia de padres se la deja como una especie de laissez-faire. Como una cosa libre, en la que los tipos van, vienen, desaparecen, seis meses no los ves, una semana te llaman catorce veces, después se van, después vuelven.

Alumna:- [no se entiende]

Peusner:- Es muy buena, la pregunta, planteémosla así. Cuando vos querés saber si un fenómeno es abordable desde el psicoanálisis, lo que te tenés que preguntar es si el fenómeno existe en el mundo animal. Si el fenómeno existe en el mundo animal, entonces no es abordable desde el psicoanálisis, porque no es específicamente humano.
Si yo hablo de la dependencia real de un cachorro humano respecto de sus padres, ¿existe en el mundo animal? Sí. Entonces no es específicamente humano, entonces no es específicamente psicoanalítico. Yo no digo que no haya dependencia real de los niños para con sus padres. Es verdad. Vamos, ninguno de nosotros dejaría a sus hijos chiquitos tirados por ahí. Eso es cierto. Pero lo que digo es que no es operativo en el psicoanálisis tomarlo como un real, abordarlo desde ese foco. Porque es ineliminable, no podés hacer nada. No hay un margen de maniobra. Porque si aparte el padre hubiera fallecido, y la madre estuviera con su nuevo marido, que crió al nene desde los dos años, el tipo no es el padre, si lo tomamos desde lo real. Ese es el problema.
Yo creo que el hecho de que sea simbólico, a mí me da la ocasión , por ejemplo, de decidir citar al padre o a su nueva esposa, a la cual el niño ve los fines de semana. Y también citar a la madre con su nueva pareja, con la cual convive ese nene. Me da margen de maniobra. Si es simbólico, yo pongo y saco, hago maniobras. Si es real no tengo un margen de maniobras. Es un hecho, es así.
Yo, por ejemplo, la semana pasada eliminé de un tratamiento a un padre. No lo cité más. Le dije: “Bueno, muchas gracias por haber acompañado el tratamiento hasta acá, pero a partir de ahora usted no va a venir más.” “¿Por qué?”, me dice el tipo. “Y, porque la verdad que usted ya aportó suficiente, si lo vuelvo a necesitar lo llamo”. Y se fue contento, el tipo. Y entonces seguí el tratamiento con la madre de la nena y su marido, porque determiné que él era el padre de la nena, de acá a la China. Cuando pude establecer que ese tipo era el padre, ya está, me saqué de encima al otro. Eso, si estás trabajando con la familia real, la familia biológica, lo perdés, ¿qué hacés? Me tengo que bancar al tipo en el consultorio. Y el tipo no aportaba nada. Es ese margen que te da cuando es un dispositivo simbólico.

Alumna:- [no se entiende]

Peusner:- ¿Pero qué quiere decir la presencia real?

Alumna:- [no se entiende]

Peusner:- Pará, pero ¿se podría no trabajar? Porque con un paciente adulto se podría no trabajar, y no se trabaja. Ninguno de nosotros cita a los padres de un paciente adulto, salvo que sea una psicosis o una depresión muy severa, si no no se cita a los padres. Pero con los niños ¿te parece que se podría no trabajar?

Alumna:- [no se entiende]

Peusner:- Hablé un montón de tiempo para decir una sola cosa-, lo único que dije hoy aquí, y me voy de acá con la misma pregunta, es: la presencia de padres, ¿es real? Ese es todo el problema. El primero. Yo tengo una respuesta, creo que sé adónde voy. Pero sería interesante ver casos, para ver qué pasó en tal caso cuando se hizo tal cosa y cuando se hizo tal otra.

Alumna:- Justamente la pregunta que te estás haciendo es porque hay un real [no se entiende]

Peusner:- No, pero la pregunta hay que plantearla bien. Yo, lo que plantee como pregunta es: la presencia de padres, -yo no pregunté si es real- ¿es un real de la clínica psicoanalítica? Porque los padres son un real biológico. Pero en las coordenadas de cómo se trabaja en la clínica psicoanalítica, el modo en que los padres intervienen, ¿es una inferencia real? Yo, lo que tiendo a leer, es que en la literatura psicoanalítica la presencia de padres es un real.
Muchas gracias por la atención que me han prestado esta noche. Espero que volvamos a vernos.



[APLAUSOS]

domingo, 29 de julio de 2007

Pablo Peusner. "Para leer las crisis subjetivas..." (1992)

Este trabajo tiene como objetivo principal aportar ciertos ejes para ubicar el concepto de “Crisis Subjetivas” dentro del Psicoanálisis, así como relevar las muy acotadas referencias al mismo en la literatura de nuestra disciplina. Quisiera introducir una pregunta que guiará el desarrollo de mi escrito: por qué el descubrimiento científico puede ser puesto en relación con una conmoción subjetiva?


Quisiera entrar en la problemática planteada, a través de la función del fantasma en Psicoanálisis. Sabemos que la realidad se estructura desde la posición del sujeto en el Edipo, y también que tal posición no varía a partir de la adquisición de nuevos conocimientos provistos por la investigación. Sin embargo, sabemos también que ciertos momentos fecundos de la ciencia “[...]tienen sus víctimas, de las que nada indica que su destino se inscriba en el mito de Edipo.” [1]
Estos hechos demuestran la posibilidad de dar un paso más allá de la fijeza del fantasma. Paso sin el cual toda la producción de los científicos no haría más que reproducirlo en sus hallazgos a la manera de una Teoría Sexual Infantil. O tal vez consistiría en “buscar aquéllo que ya ha encontrado”[2], velando al verdadero objeto y repitiendo el deseo que es deseo del Otro y que - por lo tanto- pertenece a su campo.
Es claro concluir que se trata éste del dominio de la investigación y que en él la imposibilidad de la estructura fija los límites al trabajo del científico: acumular y transmitir saber.
Sin embargo, el momento del encuentro del sabio con lo real, trastorna el saber adquirido y conmueve por ello al Otro. Cada letra nueva que el científico escriba “puede presentar el riesgo de completar a ese Otro. Ciertamente cada avance científico agrega al Otro un significante nuevo, pero éste permanece incompleto de todos modos”[3].

¿Qué significa este acto de escritura de una letra nueva?
Este acto no coincide con el discurso que lo sostiene, a la vez que excluye al sujeto de su posición en el fantasma. Tampoco permite el acceso a lo real, sino sólo a la escritura de una marca. Lo real es producido con esta marca y, a la vez que es producido, algo queda afuera. Ya no se trata de una representación fantasmática, sino de la escritura de una letra; escritura que excluye - por lo tanto- al sujeto.
Es en este sentido que Lacan acerca la ciencia moderna a la paranoia, para producir más tarde una diferenciación con la ciencia contemporánea, basada ésta en la reintroducción del sujeto en la relación fantasmática con el cuerpo del saber de la ciencia. La inclusión de este cuerpo de saber de la ciencia al fantasma del sujeto, permite asimilar la “crisis subjetiva” al concepto de “vacilación fantasmática”.
Si “la ciencia es un modo de descreimiento de la Cosa”[4], parece entendible que en el encuentro [fallido] del científico con lo real de su objeto, se le imponga el “saber-todo” o la “certidumbre”; que fracturan el “no querer saber nada de la verdad como causa” que sostiene al discurso de la ciencia. El encuentro sin mediación con el cuerpo de saber de la ciencia, llena al científico de certidumbre y - por lo tanto- de angustia.
“Decir que el sujeto sobre el que operamos en Psicoanálisis no puede ser sino el sujeto de la ciencia puede parecer paradoja”[5]- explica Lacan al hablar de aquél que Descartes inaugura y que se llama “cogito”, sujeto fundado como división entre saber y verdad.
El hombre de ciencia está preocupado por producir saber (en el sentido fantasmático que le asigné al principio de este trabajo), por lo tanto sus operaciones no apuntan a poner al desnudo la verdad; puesto que “de la verdad como causa, la ciencia no quiere saber nada. Se reconoce aquí la fórmula que doy a la Verwerfung”[6].
La “crisis subjetiva”, producida por la tuch y la escritura de una marca en lo real, unifica los lugares del saber y la verdad. Tal holofrase del saber y la verdad, es lo que ha llevado a confundir tal vez estas conmociones subjetivas con las psicosis. Sabemos de sus consecuencias insoportables, sin embargo parece injustificado extenderlas hasta las psicosis. Conviene en este punto moderar los términos, para así reconocer que sobrepasar los límites del saber del fantasma, fragiliza al sujeto: “el Otro es modificado, sin regulación del nombre-del-padre. A veces toma la figura del perseguidor, tanto más fácilmente para el matemático cuando el problema se presenta como un juego donde la solución debe existir de manera absoluta, sin compromiso posible con el azar. Este juego se juega frente a un Otro implacable, no barrado, característico de las psicosis”[7]

Tal similitud con el Otro de las psicosis, no parece sin embargo autorizarnos a reducir las “crisis subjetivas” a las psicosis. Recordemos también la frecuencia con que nuestros “sabios locos” de la historia de la ciencia recurrieron a la “Weltanschauung” [8] para restituirse algún lugar como sujetos, luego de las fracturas producto de su conquista de lo real.
Si de algo podemos estar seguros, es que luego de la escritura de alguna letra nueva, los científicos no recortan ya la realidad de la misma manera; y que su acto les ha permitido perder algo del goce que los sujetara al malestar de la cultura, con consecuencias no-sintomáticas.
Como cuenta Isaac Asimov: “[...] los días grandiosos pasaron y en 1692 empezó a fallar esa mente omnicomprensiva. Newton sufrió una crisis nerviosa y vivió retirado durante casi dos años. Para quemar sus inagotables energías mentales se dedicó a la teología y a la alquimia[...] De este modo, malgastó sus luces en la búsqueda de alguna manera de fabricar oro...”[9]

(texto inédito)

[1] Lacan, Jacques- “La ciencia y la verdad” en Escritos II -p.848-Ed.Siglo XXI.
[2] Lacan, Jacques- “El Seminario... ” libro XI”- clase 1-p.15 - Ed. Paidós.
[3] Sylvestre, Daniele y otros - “Ciencia y Psicosis” en Clínica diferencial de la Psicosis - Ed. Manantial -p.258
[4] Ibídem
[5] Lacan, Jacques- “La ciencia y la verdad” en Escritos II -p.835 - Ed. Siglo XXI.
[6] Lacan, Jacques- “La ciencia y la verdad” en Escritos II -p.853- Ed. Siglo XXI.
[7] Sylvestre, Daniele y otros - “Ciencia y Psicosis” en Clínica diferencial de la Psicosis - Ed. Manantial - p.260
[8] Se trata del concepto introducido por Freud en la Conferencia 35 de las “Nuevas Conferencias de Introducción al Psicoanálisis”, titulada “Una concepción del Universo” en AE.XXII pag.146
[9] Asimov, Isaac - “Momentos estelares de la ciencia” Alianza Editorial pag.44

sábado, 28 de julio de 2007

Pablo Peusner: "Elementos para una revisión crítica de la rectificación subjetiva"

10 de julio de 2003

Buenas noches. Propuse para hoy abordar la «rectificación subjetiva», pero no como noción ni como concepto, sino simplemente como significante. En todo caso, si es o no un concepto será el punto de llegada o las conclusiones que se puedan elaborar a partir del trabajo que quiero proponerles.
Cuando el mes pasado hice la última presentación en mi curso ubiqué el estilo de la presentación a partir de una cita de Umberto Eco que me gustaría repetir porque hay mucha gente aquí que no estuvo en aquella ocasión. Puesto que el espíritu de estos espacios es el de invitar a que todo el mundo participe, multiplicar las voces que se escuchan en nuestro grupo de trabajo, hemos notado últimamente que había como cierta presión por el espacio hacia quienes eran candidatos a tomar la palabra y yo me encontré trabajando un libro de Umberto Eco que se llama: “Sobre la literatura” con una cita muy interesante en donde Eco cuenta cómo fue la crítica que le hicieron cuando fue la presentación y la defensa pública de su tesis de licenciatura. Ahí contó algo con lo cual yo me sentí profundamente cercano, al menos en el estilo que yo intento darle a algunas de las presentaciones. Se las leo muy brevemente, está en el libro “Sobre la literatura”. Es un texto que se llama: “Cómo escribo” y ahí Eco cuenta la siguiente situación:

“Cuando discutí mi tesis de licenciatura sobre el problema estético en Santo Tomás De Aquino me llamó la atención la objeción del segundo ponente: tu has puesto en escena las distintas fases de tu búsqueda, como si se tratara de un reportaje, anotando incluso las pistas falsas y las hipótesis que luego has descartado, pero el estudioso maduro agota estas experiencias pero luego devuelve al público, en la redacción final, sólo las conclusiones.”[i]

Y Eco dice:

“Yo reconocí que mi tesis era exactamente como decía él pero no lo sentía como un límite, es más, fue precisamente entonces cuando me convencí de que todas las investigaciones hay que contarlas de esta manera y eso creo haber hecho con todas mis obras de ensayo.”

A mí me encantó esta cita porque nos quita la presión de tener que ser maduros y sumamente elaborados en el modo en que presentemos nuestras investigaciones. Lo que yo voy a intentar hacer hoy aquí con todos ustedes es solamente problematizar y abrir algunas líneas para favorecer la discusión sobre algo tan extendido como es el significante: «rectificación subjetiva».
En principio, hay algo que aparece tejido en común entre distintos espacios en la sociedad actualmente y es que he notado es que en varios espacios se está trabajando la lógica de «el comienzo», es decir, la lógica de lo que pasa en los comienzos de la experiencia psicoanalítica. En el seminario de “cuestiones clínicas” se han trabajado cuestiones relativas a los inicios del análisis, «entrada en análisis», «demanda de análisis». En el seminario de niños yo vengo trabajando justamente la estructura de «el comienzo», lo que propuse llamar así. Hubo una presentación sobre la demanda de análisis en donde volvimos sobre el argumento de Freud que proponía que, en psicoanálisis, se podían teorizar fundamentalmente las aperturas y los cierres y allí se señalaba en aquella ocasión que, a pesar de que parecía que se podía, nadie las teorizaba, con lo cual, el trabajo que nosotros estamos intentando hacer me parece en ese punto que es bastante subversivo, es decir, es retomar el problema, al menos de las aperturas. En algún momento tendremos que tomar la dirección de empezar a teorizar los cierres.
Entonces, en esta línea, en este ambiente, en este contexto de trabajo acerca de cómo empiezan los análisis, cuando en la primera reunión del seminario de cuestiones clínicas se trabajaba la entrada en el análisis apareció nuevamente en la discusión el problema de la rectificación subjetiva.
Antes de empezar a investigar un poco sobre la rectificación subjetiva, con lo que me encontré es que, en esa exposición se hacía un rastreo bibliográfico bastante extenso de los lugares en donde aparecían los términos. Hoy quisiera una propuesta positiva sobre el asunto, es decir, proponer para el significante en cuestión un uso posible.

Entonces, acerca del significante «rectificación subjetiva» quisiera situar primero cuatro cuestiones: la primera es que consideremos que se trata de un hápax en la obra de Lacan puesto que, al menos hasta dónde yo pude rastrear y no necesariamente con métodos de escaneo sino con método de lectura, me parece que está una sola y única vez bajo ese formato, rectificación subjetiva, en la página 601 de los “écrits” o en la página 581 de los “escritos 2”.
Segundo, les propongo también considerar que, en el mismo texto en el cual aparece este hápax, que es el texto de “La dirección de la cura y los principios de su poder” de 1958, hay una oración de Lacan que pareciera desarrollar este significante, la oración está en la página 589 de los “écrits” y 578 de “escritos 2” en español y dice así, tal cual:

“La rectificación de las relaciones del sujeto con lo real.”

Se tiende a asociar esta oración como un desarrollo posible de lo apretado que está el significante: «rectificación subjetiva».
Tercero, les propongo considerar que Lacan introdujo esta idea de la rectificación subjetiva a partir de dos ejemplos clínicos tomados de la obra de Freud, a saber: el Hombre de las ratas y el caso Dora; obviamente, todo el mundo utiliza como el ejemplo canónico de la rectificación subjetiva la situación que Lacan ubica en el texto de Freud sobre el caso Dora, haciendo caso omiso del trabajo sobre el Hombre de las ratas.
Y, cuarto, les propongo también considerar que Lacan coloca a la rectificación subjetiva como el primer momento de las escansiones en las que se ordena el proceso de la dirección de la cura. Y, al momento en que coloca a la rectificación subjetiva en este primer momento, abre la pregunta por si acaso los problemas de algunos analistas, en el modo en que trabajan con sus pacientes, no estarán relacionados con la inversión del orden que él propone. El orden que él propone es, primero, la rectificación de las relaciones del sujeto con lo real luego la transferencia y luego la interpretación.
Bueno, estos cuatro puntos son los cuatro puntos centrales sobre los cuales yo puedo intentar decir algo. Obviamente, apoyándome en lo que dijo Eco, no voy a ser maduro en mi intervención, haré lo que pueda, hay pistas falsas también, hay caminos sin salida y algunos párrafos que vamos a tener que volver a leer por millonésima vez, al menos para recordar cómo estaban planteados.
Les decía que en la obra escrita de Lacan –y como obra escrita ahora nos podemos referir ya a dos volúmenes: “Los escritos” y los “otros escritos” (aún inéditos en español) -aparece una sola vez. Obviamente, digo yo, el éxito o la aceptación de este significante –porque vieron que es un significante sumamente aceptado, utilizado, muy tenido en cuenta en las discusiones y en las cuestiones clínicas– no puede estar sostenido en el desarrollo que Lacan hizo en el texto de la “Dirección de la cura...” sobre él, puesto que, prácticamente, no tiene desarrollo, es muy escueto, ni siquiera en las repeticiones que Lacan le dedicó porque prácticamente habló más o menos dos veces, –con una buena lectura uno podría pensar que hay un ida y vuelta entre “Intervención sobre la transferencia” y la “Dirección de la cura...”– y, entonces, mi pregunta sigue siendo la misma: ¿por qué tuvo tanto éxito? ¿por qué se le da tanto valor? ¿por qué está tan valorizado en el mercado lingüístico de los analistas lacanianos utilizar este significante para decir tal o cual cosa?
Bueno, mi hipótesis es que el éxito que tuvo fue por uno de los dos ejemplos que Lacan utilizó. El modo en el que Lacan cuenta la situación clínica de Freud con Dora, el modo en que Lacan lee la respuesta que Freud le dijo a Dora pero que Freud nunca escribió en su texto –este es el otro asunto–, el modo en que Lacan construye, a partir de la teoría que Freud pone en el texto, la respuesta que Freud le podría haber dado a Dora a partir de su posición inicial, me parece que encaja fenomenalmente en cierta ideología occidental contemporánea a partir de la cual se piensa el psicoanálisis, en donde el sujeto es una persona, en donde la responsabilidad es un concepto que empieza a tomar parte como los quehaceres de la persona, respecto de los cuales ella debe hacerse cargo y, a su vez, con un modo de considerar a lo real como hechos plenamente ocurridos.
Estos son los usos de los ejemplos que Lacan hace que a mí siempre me hacen preferir que Lacan escriba difícil porque estas cosas no pasan cuando Lacan escribe en difícil o cuando él calcula la entrada difícil, como dice él, a sus propios textos. A veces los ejemplos producen este efecto.
Bueno, ahora bien, este ejemplo que Lacan recorta en la “Dirección de la cura...”, en 1958, ya había sido usado en 1951, en el escrito titulado: “Intervención sobre la transferencia”, es exactamente el mismo, y les voy a proponer que leamos la doble presentación que Lacan hace del ejemplo, son poquitas líneas, yo sé que son ultraconocidas pero vamos a tratar de darle cierta agilidad a esto.
En “Intervención sobre la transferencia”, Lacan presenta el ejemplo de la manera más desarrollada porque, incluso, produce la barbaridad de incluir una cita que es totalmente apócrifa, pero totalmente apócrifa. Cuenta la situación de Dora ante Freud, luego de narrarle la situación esa, tan particular, de intercambio entre ella, la señora K, su padre y el señor K y, entonces, aparentemente ella le dice a Freud, Lacan abre comillas:

“Estos hechos están ahí, proceden de la realidad y no de mí misma. ¿Qué quiere usted cambiar en ellos?” A lo cual Freud responde por:
Una primera inversión dialéctica que no tiene nada que envidiarle al análisis hegeliano de la reivindicación del “alma bella”, aquella que se revela contra el mundo en el nombre de la ley del corazón: “observa, le dice, cuál es tu propia parte en el desorden del que tu te quejas.”[ii]

Y pone la cita y esa cita no existe, Freud jamás le dijo eso a Dora, en todo caso es lo que Lacan supone, de haber leído muy bien a Freud, que Freud le hubiera dicho, es la construcción de la intervención pero no es cita textual porque en el texto no está.
Bueno, en la “Dirección de la cura...” reaparece este ejemplo pero no escrito, les diría así, en primera persona sino que, más bien, en un estilo indirecto y está introducido por, dice así: “otro ejemplo notorio”. Es otro ejemplo notorio porque ya había dado el ejemplo del hombre de las ratas antes.

“Cuando él obliga a Dora a constatar que el gran desorden del mundo de su padre, respecto de cuyos perjuicios ha hecho el objeto de su reclamo, ella hace más que participar ahí y que ella había hecho allí de engranaje y que no hubiera podido proseguirse sin su complacencia.
Yo he subrayado desde hace largo tiempo el procedimiento hegeliano de esa inversión de las posiciones del ‘alma bella’ en cuanto a la realidad que ella acusa. No se trata de manera alguna de adaptarla ahí sino de mostrarle que ella está lo suficientemente bien adaptada puesto que concurre a su fabricación”

Está narrado en estilo indirecto pero es exactamente el mismo ejemplo y para aclarar los ejemplos en ambos textos Lacan hace algunos comentarios que convendría ubicar.
En “Intervención sobre la transferencia” hace muchísimo hincapié en la situación dialéctica de la experiencia analítica. “Intervención sobre la transferencia” está todo construido a partir de una noción dialéctica que es la noción de la dialéctica de Hegel y el texto de Freud sobre Dora se ordena por una serie de desarrollos de verdad y de inversiones dialécticas, eso es muy conocido por todos pero está como muy presente toda la dimensión del diálogo a lo largo del texto, incluso Lacan llega a decir que el diálogo está asegurado por la presencia del analista antes de toda intervención. Tenemos ahí una posición de Lacan temprana respecto de la presencia del analista, algo que después va a retomar en el seminario.
Y, una idea que a mí me parece muy interesante para destacar, hay en ese texto y en el contexto de este ejemplo una definición de “neutralidad analítica”. Lacan propone que esta “neutralidad analítica” toma su sentido de la posición del puro dialéctico, es decir que se trata solamente de un diálogo acerca de ‘por qué tu dices eso’ y, a partir de que ‘tu dices eso’, ‘yo digo esto’ y, ‘por qué si tu dijiste esto y yo dije esto, luego, tu dices lo otro’, es decir, es un intercambio puramente dialéctico.
Del ejemplo que Lacan recorta en el escrito de la “Dirección de la cura...”, Lacan lo que asegura es que:

“En Freud, la rectificación subjetiva, [ahí es dónde aparece el término], es dialéctica, parte de los decires del sujeto y vuelve allí.”

Con lo cual, fíjense que la composición que Lacan propone respecto de este fenómeno de la rectificación subjetiva queda en el terreno de los decires y no de los hechos, parte de los decires y, por su carácter dialéctico, vuelve a los decires, pero no toma contacto con hechos, con hechos que no sean hechos de palabra en todo caso.
Y, más adelante en el mismo escrito, haciendo un desarrollo de la rectificación subjetiva, afirma:

“Se trata de otra cosa que de las relaciones del yo con el mundo.”

Yo considero que siempre se tiende a entenderlo así, que la rectificación subjetiva sí se trata de las relaciones del yo con el mundo, de cómo se relaciona un sujeto, pero un falso sujeto porque es un sujeto entendido como persona, con el mundo entendido como la realidad que no es la realidad psíquica. Lacan lo había aclarado expresamente que no se trataba de eso, para nada.
Para resolver esta secuencia de los dos ejemplos, les propongo es que retomemos el ejemplo original de Freud porque, habitualmente, cuando leemos esto en Lacan, olvidamos lo que Freud escribió y como es divertido, me parece a mí, la experiencia de volver a leer a Freud, les propongo que hagamos la comparación de las traducciones de Amorrortu y de Ballesteros de ese párrafo y les propongo hacer la comparación no por un afán de obsesión estúpida sino porque es increíble la diferencia que presentan ambas versiones.
Empecemos por Ballesteros. A mí, Ballesteros siempre me gusto más porque es el más poético, es el menos preciso en algunos casos pero hay muchas cosas que en Amorrortu están muy condensadas que en Ballesteros, por el afán poético de Don Luis, se pueden leer un poco mejor.
Entonces, Freud dice lo siguiente:

“Cuando en el tratamiento psicoanalítico aparece una serie de ideas correctamente fundamentadas e irreprochables surge también para el médico un momento de perplejidad, pudiendo el paciente tomar cierta ventaja al preguntar: ‘Esto es en su totalidad bien pensado y cierto ¿no le parece? ¿qué quisiera usted cambiar de lo que yo le he contado?”

Esta situación clínica se las regalo, es una cagada total que venga un paciente con una lógica impecable, con una argumentación muy sólida y cuente hechos que parecieran no tener otro arreglo posible ¿ven que Freud, no está hablando de Dora? Este párrafo que estoy leyendo está metido dentro del historial pero en ningún momento está comentando específicamente la situación de Dora.

“No tardamos en observar que tales ideas, inatacables por el análisis, han sido utilizadas por el enfermo para encubrir otras que tratan de escapar a su crítica y a su conciencia.”

Y ahora va a dar una fórmula Freud, miren cómo es, dice así:

“Una serie de reproches contra otros nos hace sospechar la existencia detrás de ella de una serie de reproches de igual contenido contra la propia persona.”

Es increíble que Freud, diga esto.

“Nos bastará entonces referir sucesivamente cada uno de ellos a la persona del enfermo.”

Ahí da la receta. Entonces, cada vez que alguien reproche algo contra otro, en realidad, ese reproche es un autorreproche y, entonces, lo que hay que hacer es invertir eso y volverlo contra la propia persona que los dice ¿ven por qué somos lacanianos? porque ser freudiano es difícil.

“Este modo de defenderse contra un reproche referido a uno mismo, transfiriéndolo a otras personas, muestra algo innegablemente automático y tiene su modelo en la conducta de los niños pequeños que siempre que se les reprocha alguna mentira responden: ‘el mentiroso eres tu’. El adulto respondería intentando subrayar algún defecto real del adversario en lugar de emplear como defensa la repetición del mismo reproche.”

¿Pescan la lógica, no? es decir, si ustedes me dicen a mí: “sos un mentiroso”, yo a cualquiera de ustedes le contestaría: “sí, vos sos un gordo pedorro”, no le contestaría: “no, el mentiroso sos vos”. Un niño pequeño sí, ustedes le dicen a un niño: “estás haciendo trampa” y el pibe, en desmedro de la realidad, olvidando y perdiendo todo contacto con la realidad, contesta: “el que está haciendo trampa sos vos”.
Bueno, Lacan dice:

“En la paranoia se hace manifiesta, como proceso constructor de delirios, esta proyección del reproche sobre otra persona, sin modificación alguna de su contenido y por tanto sin base ninguna real.”

Es decir que el mecanismo este es para los niños y para la paranoia.
Es increíble lo que dice Freud acá, les leo solamente algunas diferencias que presenta la traducción de Amorrortu, por precisa. Bueno, la situación inicial es igual y después dice la fórmula:

“Una serie de reproches dirigidos a otras personas hacen sospechar la existencia de una serie de autorreproches de idéntico contenido, sólo hace falta redargüir cada reproche volviéndolo contra la propia persona que lo dijo.”

Yo es la primera vez en mi vida que leo el verbo “redargüir”, no sé si alguna vez lo leyeron. “Redargüir”, según el diccionario de la Real Academia es: “convertir un argumento contra quien lo produce”.
Con lo cual, la fórmula clínica que Freud propone cuando alguien dirige reproches a otro es que hay que redargüir esos reproches, volviéndolos contra la propia persona de donde han surgido.
Me parece complicado. Es que hay que decirlo, pensemos que a partir de esta idea de Freud, Lacan construyó lo que Freud le dijo a Dora: “Fíjate que parte ocupas en aquel desorden del que te quejas”, o sea, esa frase que Lacan dice que Freud le dijo a Dora no está en el historial, en ningún lado, Lacan la construye a partir de esta fórmula.

[Comentario inaudible, fuera de micrófono]

No sabemos, exactamente cuál es el contenido, la queja de ella es que la negocian, que es una pieza de intercambio y, en realidad, pareciera que lo que Lacan recorta que Freud le dice es que es una pieza de intercambio ella, también, respecto de otro intercambio; o sea, no el intercambio de hombres sino el intercambio de saber respecto de la mujer. Es una construcción.
Por eso digo, es complicado el asunto porque a mí me parece que ni siquiera Lacan podría haber creído que esto es cierto, como fórmula clínica es complicada. Son esas fórmulas clínicas ¿se acuerdan cuando Freud decía, ‘si un paciente se queda callado está pensando en el analista’? Bueno, ‘si un paciente se queja contra otro, en realidad se está quejando contra él mismo’; qué sé yo, yo no lo tomaría muy en serio.
Entonces, lo que Lacan agrega –yo no sé si lo agrega Lacan o se agrega solo– es el hincapié en la responsabilidad del autor del reproche, esto no sé de dónde salió, porque en Freud no está. Freud lo que dice es una maniobra lingüística, argumentativa, redargüir, es decir, tomar el argumento e invertirlo pero en ningún lado habla de que hay que hacer responsable a quien lo dijo de haberlo dicho. Freud no utiliza la categoría de responsabilidad, Lacan tampoco, en realidad, no lo dice explícitamente, ni siquiera está planteado en el texto que sean inconscientes, dice: “que se intentan sustraer de la crítica y de la consciencia” pero ni siquiera serían inconscientes en el modo en que Freud lo cuenta. En el ejemplo de Lacan yo no sé por qué se filtra la responsabilidad, no sé de dónde sale, no sé quién agregó la responsabilidad.
En realidad, esto lo estudié hace bastante tiempo y todas las preguntas que estoy planteándoles son preguntas que tengo hace años. Me acuerdo que aprobé la materia clínica de adultos en la facultad con un escrito sobre este problema, no creo que el analista que era mi docente de esa comisión haya leído lo que yo escribí porque él opina lo contrario de lo que yo estoy diciendo. Y, en aquella época, era un clásico esto: “Introducción al método Psicoanalítico” de Jacques Allain Miller, sigue siendo un clásico, y tiene un capítulo sobre la rectificación subjetiva y quería leerles la definición que da Miller para que la discutamos.

“Lo que Lacan llamaba rectificación subjetiva es pasar del hecho de quejarse de los otros a quejarse de sí mismo.”

(Risas)

Che, un poco más de respeto...

“Siempre tenemos razones para quejarnos de los otros, es un punto de hecho muy refinado, esa entrada del sujeto que dice: ‘no es mi culpa’. Inversamente, el acto analítico consiste en implicar al sujeto en aquello de lo que se queja, implicarlo en las cosas de las cuales se queja. Es un error pensar en el análisis que el inconsciente sea el responsable de las cosas por las cuales alguien sufre, si así fuese, destituiríamos al sujeto de su responsabilidad.
Es de esta manera que son pensadas muchas veces las cosas en el análisis y esto cuando se aprende que las cosas van mal por lo que ocurrió en el pasado, por los padres, por el hermano mayor, la hermana menor y de este modo el sujeto queda desposeído de su estatuto. Pero los analistas saben muy bien que no se trata de eso, al contrario, Lacan llamaba rectificación subjetiva cuando en el análisis el sujeto aprende también su responsabilidad esencial en lo que ocurre, la paradoja es que el lugar de la responsabilidad del sujeto es el mismo que el del inconsciente.”

Ven a dónde lleva el problema, lo que Miller se pregunta es: ¿quién es el responsable de lo que le pasa al sujeto: el inconsciente o el sujeto? pero el problema es que él incluye a la responsabilidad como el eje para discutir esto. Ahora yo pregunto: ¿vale la pena mantener una noción o un concepto o una idea, como la rectificación subjetiva si nos conduce a un impas, como este que Miller descubre, así como maravillado? y que no resuelve en las cien páginas siguientes del libro porque lo volví a leer todo ¿vale la pena usar un concepto así?
No sólo eso sino que lo que empecé a pensar es que es muy probable que por no poder aplicar un modo de pensar la implicación del sujeto en la responsabilidad de lo que le pasa, analistas lacanianos rechacen la posibilidad de analizar niños, no sólo eso sino que hasta podrían rechazar la posibilidad de analizar psicóticos, si quisieran, metiéndose por ese sesgo ¿Cómo se resuelve esto? Me parece que por el lado de la responsabilidad es un atolladero total, no terminamos de saber si la responsabilidad es del inconsciente o del sujeto, yo propongo abandonar totalmente esa vía.
Voy a proponerles mi esbozo de solución que tiene el déficit de ser mía.
Bueno, a mí me parece que se sale por esa frase que, en el escrito de Lacan, parece ser el desarrollo y la definición del hápax, es decir, cuando Lacan dice que la rectificación subjetiva, en realidad, se podría entender como la rectificación de las relaciones del sujeto con lo real. Y, en realidad, todo esto anterior no sirve para nada, lo que yo quiero proponer es lo que viene ahora.
Puesto que hay que cortar el problema por algún lado, yo les voy a proponer que existen al menos dos modos de la relación del sujeto con lo real que Lacan ha trabajado y que les propongo abordar para abrir el problema, solamente dos modos posibles de relación del sujeto con lo real: el lenguaje y la lógica, dos modos posibles.
Y cuando digo que con el lenguaje o con la lógica encontramos modos de establecer relaciones del sujeto con lo real, lo digo bastante confiado porque Lacan propuso fórmulas para establecer esto. Una muy conocida y una no tan conocida que yo introduje hace un tiempo y que a mí, al menos, se me esta transformando en algo muy interesante, cada vez le puedo sacar más jugo.
Para establecer la relación del sujeto con lo real a través del lenguaje, les propongo:

“Que se diga quede olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha [o se entiende]”.

Es una frase que está publicada en la primera página de “El Atolondradicho” y que Lacan retomó. La venía escribiendo a lo largo de todo el Seminario 19 en la pizarra pero no la explicaba. En la segunda clase del Seminario 20, que se llama: “A Jakobson”, algo dice. Y dice así:

“Que se diga, queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha [que también podría traducirse como: ‘en lo que se entiende’]”.

Esa es una, para el lenguaje, y, para la lógica, les propongo:

“En todo analisante hay un alumno de Aristóteles”.

Frase de un textito que recuperamos hace poco que se llama: “El sueño de Aristóteles”, que yo propuse cuando trabajamos el libro de Foucault y no sé si Irene lo estuvo trabajando porque tuvimos una pequeña reunión sobre eso.
Les propongo que lo que hay que rectificar es el hecho de: “que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha o lo que se entiende”. Eso sería algo a rectificar puesto que ahí hay algo del orden de las relaciones del sujeto con lo real. Podemos retomar un poquito la idea porque yo pensé que era más conocida pero si no es conocida la retomamos.
Con esa frase, Lacan propone un fenómeno propio de la estructura del lenguaje, no habla de un fenómeno clínico en sí, ni habla de un fenómeno solamente registrable en la experiencia del psicoanálisis o en el campo del psicoanálisis; dice que, universalmente, en cualquier lenguaje, –al menos de los lenguajes que admiten la estructura significante, no me atrevería a afirmar esto para los lenguajes con ideograma, no sé si ahí funciona, me parece que no–, para todos los lenguajes que están estructurados a partir de la lógica del significante, Lacan plantea que cuando se dice algo, cuando se produce un enunciado, al momento de comprender o de escuchar ese enunciado, se olvida el acto enunciativo, es decir, se olvida que alguien ha dicho eso que se ha dicho, lo que para nosotros sería la enunciación.
Con lo cual, de lo que podría tratarse sería de rectificar esa posición, es decir, que ya no importe lo que Dora dice sino que es Dora la que lo está diciendo; no que se haga responsable de lo que dijo sino, que al describir esa situación ridícula de intercambio, tener en cuenta que ella que participa es la que lo está diciendo, esa sería una de las posiciones, una de las propuestas.
La otra es un poquito más complicada. Ustedes se acuerdan la cita de Freud que les leía recién, Freud dice que se suponga el caso de que un paciente venga y explique lo que le pasa de una manera muy argumentada, muy sólida, muy clara. Uno tiende a pensar que la lógica bien argumentada, con la cual alguien puede venir a decir una serie de cosas, es la lógica de Aristóteles; si ya decía Koyrè que nuestro sentido común es aristotélico y que, paradójicamente, nuestro sentido común se articula con el triple principio lógico de Aristóteles, que es el principio de identidad, el de no contradicción y el de tercero excluido.
Al pronunciar Lacan la fórmula de que “en todo analizante hay un alumno de Aristóteles”, podríamos pensar lo siguiente: en el modo lógico, argumentativo, de los pacientes nos encontramos con la prevalencia de este triple principio, que no es el principio con el cual Freud inicialmente y Lacan en la segunda vuelta propusieron leer los fenómenos del lenguaje que considerábamos como el inconsciente.
Alguien me preguntaba el otro día si los niños, en el modo de vinculación al lenguaje, quedaban cautivos de este triple principio, porque era obvio que no, y me decía si era un problema evolutivo, si era porque eran chiquitos, y me parece que no es así, que lo importante a tener en cuenta es que es casi una posición del sujeto –en occidente, al menos, me atrevería a decir que es dónde Aristóteles ha tenido más influencia–, la de exigir la constitución de un sentido común a partir de ese triple principio lógico y que cualquier cosa que quede planteada por fuera de ese triple principio va a sonar raro.
Ustedes saben que Lacan planteo que la lógica era una ciencia de lo real, también está en “El Atolondradicho”, con lo cual, se podría tratar de rectificar que, el modo de acceso del sujeto a lo real por la lógica aristotélica produce y conduce a ciertos impaces que no articulan bien con la lógica del inconsciente. Fundamentalmente, porque la lógica de Aristóteles es tautológica, el triple principio aristotélico es tautológico. Por tautológico lo que quiero decir es que si ustedes toman cualquiera de las tres reglas de Aristóteles y por ejemplo, le asignan a los elementos, a las letritas, a P, valor verdadero y arman las operaciones de identidad, de tercero excluido y de no contradicción, el resultado es siempre verdadero y si le asignan a P: falso y producen las tres operaciones, el resultado siempre es verdadero; con lo cual, es una lógica que siempre da verdadero, en ese sentido son operaciones de tipo tautológicas.
Con lo cual, y esto existe en el mundo, ya se está teorizando hace mucho tiempo, hay nuevos modos lógicos que se basan en la derogación de estos principios. Por ejemplo, la lógica que trabaja sin principio de identidad se llama: lógica no reflexiva, la lógica que trabaja sin principio de contradicción se llama: lógica paraconsistente y la lógica que trabaja sin principio de tercero excluido se llama: lógica paracompleta. Y hay toneladas de material y bibliografía dando vuelta por el mundo acerca de estos nuevos modos lógicos que no son para nada el modo lógico aristotélico. ¿Cómo se podría pensar un pequeño ejemplo de esto?
¿Vieron que los pacientes, cuando están involucrados en situaciones vitales, siempre tienden a pensar la solución en términos de dos soluciones?: “Estoy mal en el laburo, o me quedo y me la banco o renuncio”. Siempre la tendencia del sentido común es a que se presenten en dos posiciones y al presentarse en dos posiciones –y al excluir una tercera posible que no necesariamente tiene que ser la intermedia, podría haber una tercera posición–, lo que se tiende a privilegiar es que en la elección, si una de esas dos posibilidades es la verdadera, obviamente, la otra tendría que ser la falsa, porque es de no contradicción. Y que si las cosas son de una determinada manera tienden a ser de esa determinada manera, es decir que no podrían ser de otra manera. Vieron cuando dicen: “pero, si a mi me violaron, ¿cómo va a cambiar usted eso?”, me violaron, entonces, me violaron, ese hecho es idéntico a si mismo; cuando, en realidad, “me violaron” puede querer decir tantas cosas. La interpretación de eso no tendría por qué ser unívoca, es decir que la identidad de un hecho consigo mismo se pierde cuando el hecho pasa a la lógica del significante.
Bueno, obviamente, intentar reponer el “Que se diga...”, en relación al lenguaje, y el tratar de derogar el triple principio lógico de Aristóteles, en relación a la lógica, es una operación que no se puede aplicar en el tratamiento de niños en la escena con el niño, no digo con los padres, digo en la escena con el niño, y tampoco en la clínica de la psicosis. No se puede aplicar porque aquello que habría que rectificar no opera de entrada. Es decir, “Que se diga quede olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha”, eso, en la psicosis no pasa, en los niños tampoco, y los niños no son discípulos de Aristóteles, los psicóticos tampoco, es decir que ahí no tenemos esa salida.
Con lo cual, pareciera, al menos en mi propuesta, que el significante: «rectificación subjetiva» podría aplicarse con este doble criterio solamente a los casos de pacientes, en principio, neuróticos pero, bueno, eso es una consecuencia del corte que yo apliqué al problema y por dónde propongo leerlo.Bueno, yo dejaría aquí para ver si acaso podemos intercambiar un poco.

(texto inédito)
Tengo la impresión de que a pesar de los años transcurridos, sigo pensando igual muchas cosas. Este tema es un escollo habitual en los inicios de los análisis. Ojalá que, aunque no estén de acuerdo con mis argumentos, sirva para que podamos reflexionar. PP