sábado, 29 de diciembre de 2007

Los libros del infierno ven la luz (adn Cultura, La Nación)

La Bibliteca Nacional de Francia exhibe por primera vez un fondo de obras eróticas que permanecieron ocultas por haber sido consideradas contrarias a las buenas costumbres. De Sade a Baudelaire, secretos tesoros literarios.

El infierno existe, pero no es el de Dante ni el de las Sagradas Escrituras. La Biblioteca Nacional de Francia (BNF) lo reveló este mes en una exposición que pasará a la historia por su audacia y su originalidad. En esa muestra, llamada "El Infierno en la Biblioteca. Eros en secreto", la BNF presenta los tesoros de su departamento más sulfúreo y enigmático, un fondo que durante más de 150 años atizó la imaginación de intelectuales, periodistas e investigadores: todos los libros, estampas y grabados condenados al ostracismo por pornográficos, perseguidos por salaces y considerados contrarios a la moral y a las buenas costumbres.


De Sade a Baudelaire, de Louÿs a Bataille, de las estampas libertinas a los daguerrotipos eróticos, ese "fondo secreto" es exhibido por primera vez al público, que ha respondido manifestando una auténtica fascinación. Hecho raro en Francia, el acceso a la muestra está prohibido a los menores de 16 años. Pero, ¿por qué el Infierno? Porque allí fueron a parar todas las publicaciones que por razones diversas consiguieron salvarse de ser devoradas por el fuego de la censura. Con el tiempo, el apelativo obtuvo sus letras de nobleza y terminó convirtiéndose en una signatura, esa señal con números y letras que se estampa en un libro para indicar su ubicación dentro de una biblioteca.
La exposición comienza, justamente, con la definición del Infierno que aparece en el Gran Diccionario Universal del siglo XIX de Larousse (1870): "Sitio cerrado de una biblioteca donde se ponen los libros cuya lectura es considerada peligrosa". Sus autores dan como ejemplo el Infierno de la Biblioteca Nacional. Los alemanes lo llaman "Armario del veneno". Los italianos, por el contrario, conservaron el mismo nombre en francés, Enfer , a pesar de la superioridad que los sonetos de Pietro Aretino (1492-1556) confieren a ese país en materia de escritos lujuriosos. Breve precisión: el Infierno de la BNF no conserva obras heréticas o políticamente peligrosas. Contiene sexo, sexo y sexo. Únicamente sexo.

¿Por qué haber decidido montar esta exposición después de tantos años? "Porque este Infierno alimentó todos los fantasmas. Se lo vio como una suerte de sede de la censura o, por el contrario, como un boudoir galante, un sitio secreto donde se conservaba, lejos de la vista, lo obsceno y lo licencioso -explica Marie-Françoise Quignard, una de las curadoras de la exposición-. La verdad es que el Infierno de la BNF no es ni un boudoir ni una prisión, sino una signatura atribuida a ciertos volúmenes conservados en la reserva de libros raros".

El Infierno nació en el siglo XIX. La primera mención de un libro marcado con la palabra " enfer ", seguida de un número, data de 1844. La decisión de crear ese sitio "no fue obra del poder político sino, sin duda, de los mismos bibliotecarios -explica Quignard-. Quizás porque la Biblioteca Nacional de aquella época se había transformado en un sitio público de lectura, llevados por el puritanismo, sus responsables querían evitar que ciertos libros osados terminaran en manos de todo el mundo". En realidad se trataba de sacar de circulación, pero al mismo tiempo de conservar esas obras licenciosas.

"Al principio, los libros prohibidos que habían escapado a la destrucción eran almacenados en las comisarías, los tribunales y los ministerios, donde eran objeto de tráficos diversos, de reventa o de destrucción. A veces se los cedía a los mismos libreros a quienes se los habían incautado. La preocupación patrimonial recién comenzó a ocupar a la policía y a la justicia a partir de 1850", cuenta Quignard. Fueron justamente las confiscaciones las que alimentaron ese fondo, que en 1876 contaba con 620 libros y que hoy se enorgullece de proponer 2.000 referencias. En 1969, pocos meses después del "destape" de la rebelión juvenil de Mayo del 68, el Infierno de la BNF fue liquidado y los títulos "licenciosos" se incorporaron a las colecciones ordinarias. Si bien el lema "Está prohibido prohibir" tenía un verdadero encanto, las autoridades de la BNF comprendieron poco después que debían dar marcha atrás.

"Por razones prácticas y por la necesidad de clasificar mejor los libros eróticos, el Infierno fue rehabilitado en 1983. Sin embargo, a partir de entonces las dificultades de comunicación con el público desaparecieron", dice la curadora. Hasta 1977, para acceder a esos libros era necesario hacer un pedido oficial y esperar la decisión de un comité consultivo. "Hasta entonces, si los lectores querían realmente consultar nuestros ejemplares, se les aconsejaba certificar que estaban realizando investigaciones en lingüística sobre una palabra específica referida a órganos o prácticas sexuales. Así podían obtener la autorización", agrega.

Engarzadas en un decorado rosa y rojo (los colores de un boudoir galante y, naturalmente, del infierno), las vitrinas de la BNF exponen el sexo en todo su esplendor y sus estados de ánimo a través de libros, estampas y grabados. Sexos de preferencia masculinos, sobredimensionados y turgentes. Pero las mujeres, víctimas o dominadoras, tampoco han sido olvidadas en cientos de imágenes que, por lo general, están asociadas al libro y a la literatura. Las más viejas se remontan al siglo XVI, cuando la imprenta aún no tenía 100 años, como la fascinante serie de grabados de Los amores de los dioses, con frecuencia acompañados con textos del Aretino, el poeta amigo del Tiziano. Las más recientes datan de ayer: Onan, aguafuerte que Salvador Dalí dibujó con su mano izquierda mientras mantenía ocupada la derecha -como él mismo anota a pie de página-, fue realizada en 1979. Au jour dit , de Pierre Bourgeade, ilustrado con fotos de Joel Leick, que lleva la signatura "Enfer 2018", fue impreso en 2000.

Pero la exposición de la BNF no es una simple yuxtaposición de obras eróticas agradables o humorísticas, ingenuas o salaces, anónimas o con firmas ilustres. También es un momento de historia literaria y social contada en tres etapas. La primera está signada por los personajes de novela. En el siglo XVII, y sobre todo en el XVIII, los autores, que corrían el riesgo de ser encarcelados por violación a las buenas costumbres, firmaban con seudónimo. Por esa razón, los héroes -que con frecuencia son heroínas- ocupan el sitio de honor. Sus personajes emblemáticos son Don Bougre, Felicia, Fanny y sobre todo Thérèse ( Thérèse philosophe , del Marqués d Argens), que solo pierde su virginidad y conoce el placer después de haber devorado una biblioteca erótica.

"El idioma de los autores es siempre de gran calidad -observa Quignard-. Puede tratarse de novelas de educación sexual, de panfletos anticlericales o blasfemos, pero está siempre presente el humor." Con Sade y el fin del siglo XVIII, la literatura pornográfica se aleja del registro del puro placer para acercarse al de la crueldad. El humor se vuelve negro. En materia de erotismo, el siglo XIX pertenece a los editores clandestinos. La demanda era fuerte y la censura demasiado severa. Bélgica se transformó en ese momento en tierra de asilo para los "libreros licenciosos". Auguste Poulet-Masis, que publicó Las flores del mal, se refugió enBruselas para difundir con tranquilidad Les épaves, los poemas de Baudelaire condenados por la justicia francesa. En ese momento, la aparición de la fotografía abrió el campo de la imagen erótica al infinito.

La tercera parte de la exposición, el siglo XX, está consagrada a los autores que firman con sus nombres propios o con seudónimos transparentes para sus admiradores. Apollinaire y sus Once mille verges, Pierre Louÿs y Trois filles et leur mère, Aragon y Le con d Irène, Georges Bataille y Histoire de l oeil, Jean Genet y Querelle de Brest. Es la época de los últimos combates librados por los tribunales, cuando Sade comenzó a ser publicado en libro de bolsillo y entró en la prestigiosa colección de La Pléiade. Ya entonces, el infierno había dejado de oler a azufre y comenzaba a ser impreso en papel libre.

Penetrar en el Infierno de la BNF es como sumergirse en la atmósfera de los sitios prohibidos, de los burdeles, las prisiones, los conventos y las bibliotecas de antaño. Pero sobre todo, es una excelente forma de acompañar el camino hacia la libertad que -¿por decisión propia o por el azar de la historia?- decidió recorrer un día la sociedad francesa. Un camino sembrado de escollos, de dificultades y de gestos de increíble coraje. Un derrotero que, a juzgar por la calidad de su producción intelectual durante seis siglos, tuvo como resultado lo mejor. ¿Qué otro país podría haber organizado una exposición semejante, recibida con el beneplácito unánime de todos los sectores de la sociedad? Los nórdicos, quizás.

A la salida de la muestra, en el libro de comentarios de la exposición, una mano entusiasta escribió estas líneas: "Encore, encore et encore. Liberté, chère liberté, toujours plus de liberté! Merci, BNF" (Más, más y más. Libertad, querida libertad, siempre más libertad. ¡Gracias BNF!)