domingo, 9 de septiembre de 2007

EDITORIAL DEL DOMINGO: "Acerca de los textos de circulación interna".

Hace unos días atrás el psicoanalista Juan Carlos Indart dio una conferencia en la ciudad de La Plata, invitado por una institución. El contenido de la misma tenía cierta vinculación con los temas que vengo trabajando en mi curso anual en dicha ciudad. Cuando me enteré de esto, obviamente me mostré interesado en tomar contacto con el material. Supuse que se había grabado y que, prontamente, habría una desgrabación disponible. Una persona muy cercana me contó que había estado en la conferencia y que, seguramente, retomando contacto con la institución convocante (en la que, por otra parte, había dejado sus datos para futuros contactos) podría obtener una copia de la desgrabación. Pocos días después, ella me contó que luego de hacer el intento, recibió una negativa: "no te la podemos pasar porque la desgrabación oficial de la conferencia es para circulación interna de los miembros", "no te la podemos pasar porque, en breve, vamos a publicarla en nuestro órgano de difusión oficial", etc...
No es la primera vez que me encuentro con una situación tal. Recuerdo que hace exactamente dos años, asistí al Seminario anual que Indart dictaba en la EOL el que, como todo el mundo sabe, es abierto a los no-miembros y gratuito. En cierta ocasión indicó como bibliografía una intervención de JAM que, dijo, "estaba disponible en la página de la AMP". Llegué a la página y para acceder había que tener una contraseña que sólo tenían los miembros de la AMP. Recuerdo que cuando le plantée el problema a Indart, se deshizo en explicaciones que ni siquiera a él convencían: estaba claro que no había calculado que alguien externo a la AMP intentara seguir su curso y el affaire terminó cuando él tuvo la gentileza de enviarme por mail el texto en cuestión.
Hace más de cinco o seis años, una compañera de estudios me pasó una versión de la famosa conferencia de Lacan acerca de "Lo simbólico, lo imaginario y lo real" de 1953 (hoy ya la tenemos oficialmente publicada en los libritos de la colección "Paradojas" de Paidós). Recuerdo su cláusula: "Yo te la doy pero, por favor, no la hagas circular. Es una versión para circulación interna de la cátedra de Escuela Francesa de la UBA".
Lo curioso es que muchos de estos personajes que comulgan en el secreto sectario de los textos, después se quejan porque Jacques-Alain Miller no termina de liberar los textos de Lacan. Pero alcanza con que algún psicoanalista medianamente importante diga algo en su parroquia (o, a la sazón, también podría ser cualquier cuatro de copas), para que graben, desgraben y traten a ese texto como la cifra sagrada que no debe salir de su agrupación.
La verdad, estoy cansado de tanta miseria.
Cuando dejé definitivamente de leer a Lacan en español (básicamente, porque caí preso de una total desconfianza de las versiones vernáculas), cada lectura arrojaba una traducción. Cuando los textos eran desconocidos, rápidamente me ocupé de darlos a conocer por Internet. Y si no apelé a otros recursos sólo fue por las limitaciones legales que pesan sobre la obra escrita de Lacan (limitaciones que a más de uno le ha traído un dolor de cabeza). Pero jamás negué una copia de tales textos a mis colegas. De hecho, en mi paso por una institución psicoanalítica de la ciudad de Buenos Aires abogué por la apertura total del archivo de materiales, el que fue puesto en Internet y, aún hoy en que ya no pertenezco a su lista de miembros y que dicha institución está algo desarticulada, los textos siguen allí disponibles gratuitamente para cualquier interesado.
El siguiente emprendimiento fue este blog. Aquí sí, he intentado compartir ampliamente mi archivo personal y toda la data posible con mis colegas.
Dejo constancia que esta disposición a compartir, no genera perjuicios económicos a nadie. Se trata de materiales que no están publicados formalmente y que, si lo estuvieran, nadie dejaría de adquirir por tener una versión extra-oficial en formato word. Así que mi diagnóstico es que sólo se trata de una manifestación más del discurso universitario y de su entrada constante en el quehacer de los psicoanalistas: tener el poder sobre algo, aunque el motivo aparente esté vinculado al saber referencial de los psicoanalistas.
Finalmente, quiero contarles algo: hace más de un año que sistemáticamente recibo por mail valiosísimas traducciones de textos lacanianos realizadas por Ricardo Rodríguez Ponte, miembro de la EFBA. Obviamente, no soy el único, puesto que tales textos van dirigidos a una larga lista de colegas interesados en las versiones divergentes de la obra. Como todo el mundo sabe, Ricardo Rodríguez Ponte es un traductor exquisito, un investigador incansable que sabe perfectamente cómo hacer llegar al otro el producto de su trabajo. Lejos de esconderlo para sus "elegidos", él hace gala de una generosidad enorme. Que valga como un ejemplo de grandeza que, ojalá, estemos destinados a continuar.
PP.